La retransmisión de la Misa diaria por Teleonuba, presidida por nuestro Obispo, ha dado a conocer una de las estancias más singulares de este edificio. El sacerdote y director del departamento de Patrimonio, Manuel J. Carrasco, nos cuenta como se gestó su construcción.
El Fondo “Alejandro Herrero”, donado por los herederos al Archivo Municipal de Huelva en febrero de 2000, contiene, entre muchos documentos sobre edificios que configuran la Huelva actual, la participación del arquitecto onubense en la construcción del Palacio Episcopal.
Una de las primicias del Concordato entre la Santa Sede y el Estado Español, suscrito en agosto de 1953, fue la creación de la Diócesis de Huelva el 22 de octubre de 1953, hecho de una importancia trascendental para la provincia onubense, que alcanzaba así su plena identidad y autonomía. En el artículo IX.1 se establecía que las diócesis coincidieran con las provincias, y, en el IX.3, que el Estado contribuiría a dotar las nuevas diócesis de aquellos edificios e instrumentos necesarios para su desarrollo. Es lo que ocurrió en Huelva. Fue nombrado primer obispo a Mons. Cantero Cuadrado, que ocupaba la sede de Barbastro. Un hombre dinámico y emprendedor, capaz de poner en pie toda la estructura jurídica y pastoral de la “benjamina de las diócesis de España”, como le gustaba decir; pero además, con un acusado “mal de piedra”, que hacía honor a su apellido. A él le tocó levantar los nuevos edificios: Palacio Episcopal, Seminario, Casa de Ejercicios, parroquias de San Sebastián y del Rocío, escuelas profesionales femeninas, etc., quedando pendiente la Catedral.
En cumplimiento del citado Concordato, el Ministerio de Justicia encomendaba al de la Vivienda la construcción de los edificios. Este Ministerio designó a dos arquitectos de su confianza para los proyectos del Seminario y de la Curia Diocesana: Luis García de la Rasilla (1906-1982) y Vicente Benlloch (1918-2011), que ya habían diseñado edificios públicos y algunas obras eclesiásticas, como los Seminarios de Cáceres y Albacete. Éstos, residentes en Madrid, a su vez, designaban a un “arquitecto delegado”, que llevara al pie de obra el desarrollo de la construcción. En nuestro caso, el arquitecto elegido, después de convenirlo con D. Pedro Cantero, fue el arquitecto municipal Alejandro Herrero (1911-1977).
La correspondencia de Herrero con García de la Rasilla fue constante, y cuidadosamente guardada en su archivo. No fue un mero ejecutor: el arquitecto madrileño confiaba plenamente en él, recabando continuamente su opinión, y sirviéndole de interlocutor con el obispo, especialmente en las terminaciones y detalles constructivos.
Luis García de la Rasilla elaboró un primer proyecto, con memoria y presupuesto, fechado en noviembre de 1954. Como él mismo afirma, «en la redacción del presente proyecto, se ha seguido fielmente el programa de necesidades que, en su día, nos facilitó el Rvdmo. Sr. D. Pedro Cantero, Obispo de Huelva. Se han distribuido las distintas dependencias en dos plantas, alrededor de un patio central porticado. […] En su aspecto externo se ha procurado coordinar el estilo local con la seriedad y representación, propios del fin a que se dedica el edificio».
Alejandro Herrero se incorpora al proyecto en marzo de 1955. A partir de su intervención y de las indicaciones del prelado, García de la Rasilla elaboró el proyecto definitivo en mayo de 1955, con el diseño de fachadas y una detallada distribución de los espacios para las necesidades de la Curia. Son numerosos los dibujos de Herrero, aportando soluciones constructivas, como la escalera y el acceso al patio porticado, y detalles decorativos, como el remate de la fachada, ventanas, balcones, columnas y pilastras, fachada posterior, terrazas, herraje de puertas, carpintería del salón del trono, etc.
Quizás lo más llamativo sea su diseño de la Capilla. Herrero había pensado en un diseño de corte clásico, a juego con el aire herreriano del edificio. Pero el prelado prefería que se aproximara al románico. Intentando interpretar su deseo, diseñó más de veinte bocetos, intentando aproximarse a la idea del obispo. Sin caer en mimetismo estilístico, forma un frente de tres arcos de medio punto, sobre medias columnas cuyos capiteles insinúan aquel estilo histórico. García de la Rasilla plasmó aquellos dibujos en un plano definitivo en mayo de 1956. El edificio del Obispado comenzó a prestar sus servicios de residencia episcopal y de oficinas de la Curia el 25 de julio de 1956.
A la espera de un estudio más detallado, destaquemos que la colaboración de Alejandro Herrero en el diseño definitivo del Palacio Episcopal, aportó buen gusto, sobriedad y elegancia, en una palabra, el “toque final”, dentro de una notable economía de medios, al carácter representativo del edificio.
Manuel Jesús Carrasco Terriza
Dir. del departamento de Patrimonio de la Diócesis