FOTO: La Transfiguración, Rafael (1517-1520), Museos Vaticanos.
Las lecturas de este segundo domingo de Cuaresma muestran varios elementos que remiten a la manifestación de Dios al hombre. En efecto, el evangelio de este domingo es el relato de la transfiguración, una teofanía o epifanía, que ocupa un lugar central en los evangelios sinópticos (cf. Mc 9,2-8; Mt 17,1-8; Lc 9,28-36). La primera lectura, conocida como el sacrificio de Isaac (Gén 22,1-19), ofrece el significativo diálogo entre Abrahán y el ángel del Señor: no es un relato sobre la inmolación de su primogénito en el monte Moriah, sino la bendición de Dios que resuena hoy como promesa a su pueblo.
En el relato de la Transfiguración, se ha interpretado la presencia de Moisés y Elías como dos personajes que representan el conjunto de las Escrituras de Israel, la Ley y los Profetas. Más que una lectura tipológica, donde un personaje sustituye a otro, es posible establecer una lectura dialógica, en la medida que los tres personajes de la transfiguración −Moisés, Elías y Jesús− fueron figuras proféticas, que experimentaron la oposición, el rechazo y el sufrimiento de manos de su propio pueblo.
La lectura en diálogo de las Sagradas Escrituras requiere tiempo, dedicación y atención. En cualquier ámbito de la vida, no se puede pretender alcanzar de manera rápida y fácil lo que conlleva tiempo y esfuerzo. La lectura tipológica corre el riesgo de valorar o vivir una etapa de la vida como preparación para otra, es decir, considerar el Antiguo Testamento únicamente como una preparación para el Nuevo Testamento. Es como si se considerase la infancia como preludio de la adolescencia; la juventud como una etapa preliminar de la edad adulta; la madurez como una especie de preámbulo de la ancianidad. Cada etapa requiere ser vivida en sí misma, con sus grandezas y dificultades. El Dios que se manifiesta en el Antiguo Testamento habla al hombre, a la humanidad: la de aquel tiempo y la del momento presente; al pueblo de Israel y al pueblo de Dios; al que peregrina en el desierto y al que camina durante la Cuaresma hacia la Pascua.
La palabra es importante en el episodio del Monte Moriah y en el Monte Tabor. En el relato del Génesis, el ángel del Señor ordena, habla y promete la bendición de Dios a Abrahán y su descendencia. En la transfiguración, Moisés y Elías conversan con Jesús (solo Lucas recoge el contenido de esa conversación, cf. Lc 9,31); Pedro interpela al Señor; la voz desde la nube invita a los discípulos y a todos los lectores a escuchar. En la nube, la visión desaparece y la atención de los lectores de cualquier época se concentra sobre aquello, más bien Aquél, que se escucha. La fe –de Abrahán, de los discípulos, de los creyentes− es sustancialmente una escucha, no solo la contemplación estática, sino una comunicación y un encuentro con Quien está más allá de lo visible y con quienes están entre nosotros en este camino cuaresmal.
La contemplación y la escucha se entrelazan en la vida de las comunidades cristianas que, contemplando a Abrahán e Isaac, a Pedro, Santiago y Juan, no siempre comprenden los caminos de Dios y las manifestaciones de Jesús. La anticipación de la gloria en la Transfiguración da un nuevo sentido al camino cuaresmal, que se recorre junto a Jesús profeta rechazado, como Moisés y Elías. Se propone pasar de la contemplación de la Transfiguración a transfigurar nuestro camino, es decir, cambiar nuestro rostro al contemplar el Rostro de Dios.
Los acontecimientos de ambos montes, en Uno y Otro Testamento, se convierten en relecturas del pasado, anticipos del futuro y, lo que es más importante, explicación del presente. De Abrahán −como de los discípulos− se espera una decisión: antes (Gén 22) o después (Mc 9). En este sentido, los cristianos en el camino de la Cuaresma contemplan un nuevo paradigma en la misión, forman parte del diálogo entre Dios y Abrahán, entre Jesús, Moisés y Elías, siempre disponibles para su pueblo. Los nuevos diálogos, en unos caminos siempre nuevos, nacerán de la escucha responsable en nuestras comunidades cristianas: es necesario subir al monte, es imprescindible transfigurar el camino.
Isaac Moreno Sanz,
Dr. en Teología Bíblica y párroco de San Juan del Puerto