Foto: El sueño de San José. Luca Giordano (Hacia 1697). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Para algunos cristianos, la fiesta de San José puede ser entendida como una interrupción en el ritmo de la cuaresma. El argumento principal es: mientras estamos haciendo un camino de escucha y conversión, celebrar a San José nos aparta del objetivo. Cabría preguntarse ¿No ayuda la figura de José a salir de nuestra zona de confort? La disponibilidad de José ¿No es una llamada constante a mostrarnos disponibles? Sin duda estos planteamientos son necesario en esta Cuaresma. Veamos algunas claves para comprender la figura de San José, patrono del Seminario.
El evangelio de este 19 de marzo (Mt 1,16.18-21.24a) recoge el primer sueño de José. Es comprensible su angustia ante el embarazo de María. En el caso de José, como es tanto otros, el sueño es importante precisamente cuando abre los ojos. La respuesta traduce en hechos las palabras del ángel: «Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1,24). La luz del día pone claridad y compromiso en lo que se había convertido en noche, angustia y la incomprensión. En el caso del segundo sueño ‒previo a la huida a Egipto (Mt 2,13)‒ la decisión se traducirá en peregrinación (Mt 2,14-15) y, por tanto, en escucha y obediencia.
Estableciendo una relación entre la figura de San José y la vocación de los seminaristas es necesario afirmar que los sueños de José no son pesadillas angustiosas ni ilusiones utópicas. Lo que sucede en la noche necesita encontrar la claridad del día; lo que se manifiesta como una palabra de aliento y ánimo requiere que sea escuchada y obedecida; el movimiento de Dios al hombre, a través de las mediaciones, precisa del acercamiento de cada persona al Dios de Jesucristo.
Releer la figura de José invita a soñar, a caminar y a reforzar los lazos fraternales: «soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos» (Fratelli Tutti, 8).
Este año el lema del Día del Seminario 2022 es: «Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino». Se inspira en el proceso sinodal en el que está inmersa la Iglesia. El Sínodo universal en el que nos encontramos nos hace a todos ponernos en camino juntos, como hizo San José con Jesús y María.
La vocación sacerdotal, al igual que la vocación de los padres ‒especialmente de San José‒ debe ser entendida como servicio. Los seminaristas aprenden a vivir el servicio y a servir a los hermanos, como parte integrante y fundamental de la vocación. Solo desde la entrega, la vocación recibe todo su sentido; solo desde el servicio, el sacerdocio tiene sentido.
Algunos pueden pensar que en la juventud soñamos, en la edad adulta actuamos y en la vejez dormimos. Probablemente, San José no durmió nunca, sino que soñó siempre. Espero que siga siendo así en la vida de los que ahora, también en nuestro Seminario, se están formando para estar al servicio del Evangelio: un sueño diario y constante; una realidad cercana y concreta.
Isaac Moreno Sanz,
Dr. en Teología Bíblica y rector del Seminario Diocesano