El relato Bíblico nos presenta el lugar y el tiempo de la historia, “Jerusalén, cuando se cumplieron los días de la purificación de María”; la decisión de María y de José de llevar al Niño al templo, “según la ley del Señor”, ofreciendo un par de tórtolas o de pichones de paloma y el símbolo del pueblo y de la esperanza, los sabios ancianos Simeón y Ana.
La Sagrada Familia cumple el precepto establecido por la ley de Moisés y María 40 días después del parto acude al templo para su purificación.
Trayendo el pasaje bíblico al momento actual también nosotros debemos acudir al templo de Dios para purificarnos de nuestros pecados, a través del Sacramento de la reconciliación.
La decisión de María y de José de llevar al Niño al templo “ según la ley del Señor”, hace referencia a la ley que, según Éxodo 13:2 y 12, dió Dios a Moisés pidiéndole que las familias consagraran al Señor todo hijo primogénito varón. Más adelante se nos dice: “después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”. Deducimos de este párrafo la importancia de no dejar de acercar a nuestros hijos a Dios y a la Iglesia, dónde crecerán fuertes y llenos de sabiduría para saber discernir, evitar malas tentaciones y seguir el camino de Dios que los conduzca a la verdad. Nos exhorta a los padres a acercar a nuestros hijos al conocimiento de la palabra de Dios que los hará crecer en sabiduría.
“Debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma” Este es un detalle también muy importante que nos destaca Lucas, nos viene a decir lo humilde que era la familia de Jesús, que en este caso ofrece un par de tórtolas o de pichones en lugar de un cordero que sólo podían ofrecer las familias con más recursos.(Levítico 12:6-8)
Se nos invita a comprender lo importante que era para ellos llevar a su hijo al templo y lo cumplen ofreciendo lo que tienen. Hoy las familias, además de llevar a nuestros hijos al templo, debemos ofrecer nuestros dones y carismas por pequeños e insignificantes que nos puedan parecer.
La fiesta de la presentación del Señor en el templo se enmarca dentro de las epifanías de Navidad y en ella, las figuras de Simeón y Ana, se destacan como figuras cargadas de valor simbólico. Ellos tienen la tarea del reconocimiento, que proviene tanto de la iluminación y del movimiento del Espíritu, como también de una vida llevada en la espera más intensa y confiada. Por eso en el evangelio, estos dos ancianos tienen la sabiduría que dan los años para reconocer la luz, para decir una palabra adecuada, para confiar y confiarse a Dios. Para agradecer de corazón. Para llevar a otros la Buena Noticia. De igual forma, el evangelio, destaca a Jesús como Luz, “Luz que alumbra a todas las naciones”. No cualquier luz, sino la luz que ilumina nuestro corazón y nuestra vida. Por todo ello tenemos que reconocer que si Él nos faltase, las tinieblas se adueñarían de nuestro corazón.
Finalmente, el evangelio de hoy destaca como “este niño trae la paz”, don esencial para la existencia humana. Esta paz adquiere los rostros de: libertad, justicia, verdad, solidaridad, respeto y fraternidad. Con fé profunda, pidamos hoy el don de la paz, para nuestras vidas y de manera especial para todos aquellos lugares dónde se requiere una pronta solución.
Juan Miguel Jiménez Bocanegra y Rocío Padilla Díaz de la Serna.
Delegados de Familia y Vida