A los noventa años de edad ha sido llamado a la presencia eterna del Señor el diácono permanente D. Juan Antonio Dávila Baz, de nuestro clero diocesano, desde que fue ordenado para este ministerio el 18 de junio de 2005 en la Santa Iglesia Catedral. Fue llamado al diaconado y respondió a esta llamada desde una conciencia de servicio a la Iglesia madre.
Era hijo de Antonio y Elvira, habiendo nacido en Cáceres el 5 de junio de 1933. Desarrolló su profesión como Perito Industrial y su labor educativa en el ámbito civil, donde dio muestras de su espíritu de servicio y de afabilidad y empatía con todos los que le rodeaban. Fruto de su vocación matrimonial es la larga convivencia con su esposa Dª. Victoriana Martín Donaire y la estela que deja en hijos y nietos. Era un enamorado de la música clásica y de las manualidades.
Su espiritualidad, alimentada por la Palabra de Dios, dio como fruto su ofrecimiento para el diaconado, como una misión de entrega y servicio mayor a la Iglesia. A raíz de su ordenación recibió varios encargos pastorales, que realizó con la sencillez y afabilidad que le caracterizaba, y como compenetración con Cristo como servidor de su Pueblo santo.
En 2005 fue nombrado Adscrito al Consiliario de la Fraternidad Cristiana de Enfermos y Minusválidos. Y Adjunto al Consiliario del Movimiento Vida Ascendente. Posteriormente, en 2007, recibió el encargo de Diácono Colaborador de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, de Huelva, así como los cargos de Consiliario del Movimiento Vida Ascendente y de la Frater. Por último, en 2013, fue Adscrito a la Rectoría del Santuario de Nuestra Señora de la Cinta.
Como se dicen en el ritual de la ordenación, los diáconos «Tendrán por raíz y cimiento la fe. (Que se muestren) sin mancha e irreprochables ante Dios y ante los hombres, según conviene a ministros de Cristo y dispensadores de los santos misterios. (Que) No se dejen arrancar la esperanza del Evangelio, al que deben no sólo escuchar, sino además servir. Viviendo el misterio de la fe con alma limpia, muestren en sus obras la palabra que proclaman, para que el pueblo cristiano, vivificado por el Espíritu Santo, sea oblación agradable a Dios, y (…) en el último día, puedan salir al encuentro del Señor, y oír de él estas palabras: “Muy bien, servidor bueno y fiel, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor”.
Que la Virgen, nuestra Madre Santísima de la Cinta lo haga llegar al lugar de la luz y de la paz. Brille para él la luz perpetua. Descanse en Paz.