San José, de pie, vestido con túnica verde y manto marrón, cruzado al sesgo por delante, porta sobre un blanco lienzo en su brazo derecho al Niño Jesús, desnudo, reclinado en gracioso escorzo, mientras sostiene la vara florecida en la izquierda. Llama la atención el realismo de las formas, y, sobre todo, la juventud con que ha sido representado el Patriarca. Túnica y manto se ornamentan con sencillas flores y con anchas fimbrias doradas.
Los rasgos delicados y realistas, más cercanos al clasicismo que al barroco exacerbado, nos remiten estilísticamente a los nuevos aires que dominan la escena artística hispana en las postrimerías del Setecientos, con una particular mezcla del preciosismo rococó y de la moderación neoclásica. Las formas italianas son asimiladas por los artistas del Levante español, quienes lo hacen valer en la Academia de San Fernando, y lo transmiten desde la villa y corte a toda España, difuminando, en cierto modo, las diferencias de escuelas regionales o locales.
Iconográficamente, es de destacar la mediación del lienzo en el que reposa el Niño. El hecho de que José no tenga contacto directo con el Niño viene a significar que, biológicamente, todo Jesús es de María, sin que por ello sea menos padre, pues a él correspondió la custodia, la educación y estilo humano de Jesús. Por otra parte, el lienzo recuerda los corporales eucarísticos.
Recibe culto en un retablo de estípites, de mediados del siglo XVIII, en el lado de la epístola de la parroquial de Fuenteheridos.
Manuel Jesús Carrasco Terriza