V Domingo de Cuaresma – Ciclo B

Publicado:
14 marzo, 2024

En la petición de aquellos griegos, a Felipe el de Betsaida de Galilea, podemos ver la súplica que muchos hombres y mujeres, en todo lugar y tiempo, han dirigido y seguimos dirigiendo a la iglesia: “Queremos ver a Jesús”. ¿Cómo responde Jesús a esta petición? De un modo que lleva a reflexionar. Dice así: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre […] Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” .

Estas palabras no parecen responder a la petición que habían hecho aquellos griegos. En realidad, van más allá. De hecho, Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo, es la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto.  Jesús nos dice en estas palabras: si queréis conocerme, si queréis comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, es decir, mirad la cruz. Cabe pensar en el signo de la cruz, que a lo largo de los siglos se ha convertido en el emblema por excelencia de los cristianos. Hoy en día los que quieren “ver a Jesús”, tal vez proveniente de países y culturas donde el cristianismo es poco conocido, ¿Qué ven en primer lugar? ¿Cuál es el signo más común que encuentran? El crucifijo, la cruz. En las iglesias, en los hogares de los cristianos, incluso colgado en el pecho. Lo importante es que el signo sea coherente con el Evangelio: la cruz no puede sino expresar amor, servicio, entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el “árbol de la vida”, de la vida sobreabundante.

Muriendo en tierra, el grano de trigo produce una rica cosecha. Muriendo  en la cruz, Jesús nos da vida eterna. También los discípulos de Jesús debemos arriesgar nuestras vidas por los demás porque, como dice San Pablo con Jesús: “Nadie vive para sí mismo”

Delegación Diocesana para la Familia y la Vida

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