Una de las fiestas cristianas más populares es la que conmemora que la Mujer, elegida por Dios para ser su Madre, fue preservada de la mancha del pecado original, gracia a la que ella correspondió con total fidelidad. En palabras de la bula Ineffabilis Deus, «la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano». Por eso se la llama “La Purísima”, la Tota Pulchra, la Toda Bella, cuya hermosura corporal es reflejo de la hermosura de su alma, y por eso ha sido y es fuente inagotable de inspiración para los artistas. Ofrecemos a su contemplación una pintura y una escultura, de las muchas que tenemos en nuestras iglesias.
Inmaculada, Tota Pulchra
Uno de los modelos más conseguidos de la Inmaculada, Tota Pulchra, es el que creó Giuseppe Cesari, llamado El Caballero de Arpino. Conocemos varias versiones en España: el lienzo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid[1]; el del Museo de Bellas Artes de Sevilla; el de Santa María de Andújar; y este de Lepe. El de la Sacristía de la Catedral de Sevilla es considerada como versión libre sevillana de hacia 1620[2].
La Virgen Inmaculada, Toda Bella, aparece ingrávida en el cielo, flanqueada por dos ángeles que abren el manto azul y dejan ver la elegante túnica color jacinto, de finos pliegues verticales y suaves formas en la rodilla izquierda adelantada. Sus pies, ocultos bajo las telas, se apoyan en una media luna cóncava, sobre cinco querubines. Dos ángeles coronan a la Inmaculada, mientras sostienen unas cintas que proclaman: “TOTA PVLCHRA ES AMICA MEA” – “ET MACVLA NON EST IN TE” (Cant 4, 7): “Toda bella eres, amada mía, y no hay mancha alguna en ti” . Todos los atributos bíblicos aparecen en la línea de tierra: la torre de David, la puerta del cielo, la palmera y el ciprés, el huerto cerrado del que descuella el manzano, el espejo sin mancilla, el pozo de aguas vivas, el rosal de Jericó, el dragón apocalíptico, la fuente sellada, la torre de marfil y la casa de oro[3].
Giuseppe Cesari era, en los últimos años del Quinientos, la estrella en alza del manierismo italiano. Su estilo, de rebuscada gracia formal y vistoso cromatismo, le granjeaba encargos de gran importancia, que llegaron a merecer que Clemente VIII le nombrara Caballero de Cristo[4]. Es el autor, por ejemplo, de los medallones de la cúpula de San Pedro o de la decoración de la Sala de los Horacios del Capitolio; y de la Coronación de la Virgen, de la Chiesa Nuova en Vallicella, de la Congregación del Oratorio, de Roma. En su taller tuvo como alumno a Michelangelo Merisi, el Caravaggio, hacia 1592.
Gerardo Pérez Calero identifica esta obra con la que se encontraba en uno de los retablos del crucero del Palacio ducal de Medina Sidonia (antiguo convento mercedario) de Sanlúcar de Barrameda, llevada a Cádiz después de la Desamortización y comprada finalmente fuera de esa provincia[5]. El cuadro, después de una serie de herencias familiares, fue donado a la parroquia de Lepe en la década de 1960.
Figuró en la exposición Pintura Mariológica (Siglos XVI-XVIII), en Lepe, marzo-abril de 1992[6], y en la exposición Ave María, en Huelva, Casa Colón, diciembre 2002 – enero 2003[7].
Inmaculada
La Virgen Inmaculada viste traje jacinto y manto azul, ambos con decoración floral en oro. El manto deja descubierta la túnica en el hombro y brazo derecho. Descansa la figura sobre tres querubines que casi ocultan las puntas de la luna, significando que sus plantas no tocaron el fango del pecado original. La ligera desviación de las manos y la agraciada inclinación de la cabeza consiguen una composición de singular belleza. Morfológicamente es muy cercana a la Purísima de Bonares, que figura entre las esculturas atribuidas a Alonso Cano[8].
La imagen fue donada en 1939 por los herederos de Sebastián Vázquez González, párroco de Almonte durante muchos años. Se venera en la capilla sacramental de la parroquia. Figuró en la exposición Ave María, en Huelva, Casa Colón, diciembre 2002 – enero 2003[9].
Manuel Jesús Carrasco Terriza.
[Publicado en Huelva Información, 5-12-2024, pág. 16]
[1] TRENS, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el arte español, Madrid, Plus Ultra, 1946, págs. 158-159.
[2] VALDIVIESO, Enrique, Catálogo de las pinturas de la catedral de Sevilla, Sevilla, 1978, pág. 96.
[3] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel, “Patrimonio histórico-artístico de Lepe. Bienes muebles e inmuebles”, en OTERO PRIETO, Juana, Dir., Historia de Lepe. Una proyección hacia el futuro, Lepe, Ayuntamiento, 1996, págs. 580, 599.
[4] MILICUA, José, En los umbrales del Barroco, en t. VI de Historia Universal del Arte, Barcelona, Planeta, 1988, pág. 386.
[5] PÉREZ CALERO, Gerardo, Pintura mariológica (siglos XVI-XVIII), Catálogo de la Exposición, Lepe, Diputación Provincial, Ayuntamiento de Lepe, 1992, págs. 6, 26-27. Cfr. PALOMERO PÁRAMO, Jesús M., El retablo sevillano del Renacimiento, Sevilla, Diputación Provincial, 1983, págs. 378-379. PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E., Pintura italiana del siglo XVII en España, Madrid, 1965, págs. 220-221.
[6] PÉREZ CALERO, Gerardo, Pintura mariológica (siglos XVI-XVIII), Catálogo de la Exposición, o.c.
[7] CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, “Giuseppe Cesari, Caballero de Arpino”, en Ave María, Catálogo de la Exposición, Córdoba, CajaSur, 2003, pp. 56-57
[8] BERNALES BALLESTEROS, Jorge, Alonso Cano en Sevilla, Sevilla, 1976, p. 117.
[9] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel, “Círculo de Alonso Cano. Inmaculada Concepción”, en Ave María, Catálogo de la Exposición, Córdoba, CajaSur, 2003, pp. 60-61. Fotografía de Pedro Feria.