Contemplamos hoy la figura de María con la conciencia de que es la que encarna mejor el camino de esperanza hacia la venida del Salvador. En su proceso natural, el Adviento le dedica el domingo cuarto y por tanto más cercano a la Navidad.
Este año 2024 coincide la solemnidad de la Inmaculada Concepción con el segundo Domingo de Adviento. La liturgia nos invita a contemplar el Misterio de la Inmaculada Concepción, si cabe, aún más vinculado al tiempo del Adviento. Dios preparó en María una digna morada para su Hijo. María concibió a Jesús antes en su corazón que en su seno. Maternidad fisiológica y comunión viva son dos aspectos de un único misterio, el de María llena del Espíritu Santo.
El Evangelista Lucas vincula estrechamente el anuncio del nacimiento del Mesías con el anuncio del nacimiento del Bautista. Ambos forman parte de una misma historia. Dios está revelando su plan de salvación en el precursor y en el anunciado por él. Dios está interviniendo en la historia para llevar a cumplimiento su promesa salvífica. Lo que la Antigua Alianza no logró debido a la infidelidad del Pueblo, ahora Jesús nacido de María va a llevar a cumplimiento y plenitud. A través de Jesús Dios hará germinar un Reino eterno.
María es llamada por Dios para colaborar en este plan de salvación y para ello Dios la preserva del pecado original, haciéndola Inmaculada. María es la Madre de la esperanza que camina con nosotros acogiendo y viviendo la acción redentora de su Hijo, Jesucristo. De María dirá el Concilio Vaticano II: “En Ella la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, todo entera, ansía y espera ser”. En la primera lectura de esta solemnidad que celebramos hoy, hemos sentido las consecuencias de la desobediencia a Dios, momento en el que el pecado se inaugura en la historia humana. El pecado se hace patente en el miedo ante la llamada de Dios, Adán y Eva se esconden. En el Evangelio, se nos muestra la antítesis a esta situación, la obediencia de María, puesta de Manifiesto en su sí incondicional a Dios que la llama.
Francisco J. Feria Reviriego,
Delegado Diocesano para la Liturgia