«Bajo el signo de la esperanza»
Abrimos el año 2025 contemplando el encuentro de los pastores con María, José y el niño y la circuncisión a los ocho días, según la costumbre. Precede el anuncio de los ángeles que, en el tiempo de desconcierto y oscuridad que estamos viviendo, creo muy necesario. Porque ese anuncio termina diciendo “¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres!” y hoy más que nunca necesitamos esa paz. Es el primer motivo para celebrar el comienzo de un nuevo año. Porque es sabido que los vientos imperialistas que soplan en el mundo y entre nosotros, con su dosis de prepotencia, avaricia, favoritismo y mentira, han sumido a muchos en un estado de desaliento, pesimismo y desconfianza. Las lecturas del tercer domingo de Adviento han brillado como una luz en medio de tanta oscuridad y son una invitación a la esperanza. Abrir un año es abrir un espacio de futuro y éste sólo se puede construir con ilusión.
Un segundo motivo es la fiesta que celebramos: Santa María Madre de Dios. La que, llena de gracia, fue el medio a través del cual nos llegó la salvación, hoy nos muestra a su hijo que es Hijo de Dios, el Enmanuel, Dios con nosotros. María está en todos los comienzos porque estuvo en los dos grandes comienzos de la nueva era: el nacimiento del Mesías en Belén y el nacimiento de la Iglesia en Jerusalén. En ambos estuvo bajo la sombra del Espíritu. De la mano de Santa María, Madre de Dios, nos adentramos en un nuevo año con el deseo profundo de que, una vez más, el Espíritu haga posible lo imposible: que de las espadas se forjen arados y de las lanzas, podaderas, según la profecía de Isaías.
El tercer motivo es el año jubilar recién inaugurado. Su lema, Peregrinos de la esperanza, ha sido elegido por el Papa Francisco por motivos muy profundos y actuales: “para mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y… para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente…”. Tiene muy claro, además el Pontífice, que esto sólo es posible “si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna”.
Son tres razones, entre otras, para celebrar que el Señor nos conceda iniciar un nuevo año bajo el signo de la esperanza.
Francisco Echevarría Serrano,
sacerdote diocesano y Ldo. en Sagradas Escrituras