“Haced lo que Él diga… Y llenaron las tinajas hasta arriba”
Celebramos hoy el segundo domingo del tiempo ordinario, y en él la Jornada de la Infancia Misionera.
Nos cuenta el evangelio de Juan (Jn 2,1-11) que Jesús hacía “signos” (“milagros” y “prodigios”), gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos los “signos”. En esa “transformación del agua en vino” se nos propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, hemos de ofrecer sus seguidores.
Todo ocurre en el marco de una boda, el símbolo más expresivo del amor, la mejor imagen de la tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. El relato sugiere también algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es “sacada” de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. La religión de la ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay agua capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada por el amor y la vida que comunica Jesús.
No se puede evangelizar de cualquier manera. Para comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos, los signos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para introducir la alegría de Dios haciendo más dichosa la vida.
Hemos anhelado en estas navidades que Jesús se quede en medio de nosotros, y hoy María nos hace la invitación: “haced lo que Él diga”, invitación a ponernos en camino, a salir de nosotros mismos, a buscar el proyecto de Dios por encima de nuestros proyectos personales, es una invitación a compartir nuestra vida con Jesús y a compartir nuestra vida con los demás.
Hoy celebramos la Jornada de la Infancia Misionera, en la que pedimos a los niños que también ellos se impliquen en el plan de Dios de anunciar el Evangelio, de rezar por la misión, de pedirle al Señor que se haga presente en nuestras vidas y que nos acerque los unos a los otros. Dice el eslogan de la campaña de este año: “comparto lo que tengo”. Se trata de ser capaces de darnos cuenta de que formamos parte de una familia, compartimos con aquellos que son como nosotros, que son parte de nuestra misma iglesia, compartimos con aquellos a los que sentimos de los nuestros, a los que sentimos propios, con aquellos con los que nos sentimos vinculados porque todos somos hijos del mismo Dios.
Y no compartimos solo nuestras vidas, también estamos llamados a hacer el “signo” de compartir lo que tenemos. Compartimos lo que somos, lo que hemos aprendido, lo que hemos vivido, lo que hemos sentido que Dios nos ha regalado y lo que tenemos. En esta campaña de la Jornada de la Infancia Misionera la iglesia nos invita a mirar un poquito más allá de nosotros mismos, a seguir a Jesús, a compartir con los hermanos y hacer posible ese proyecto común del Reino de Dios.
Delegación Diocesana para las Misiones y Cooperación con las Iglesias