Nuestras ciudades y pueblos son un movimiento incesante de inquietudes muy arraigadas que también implican a las generaciones más jóvenes.
La faceta artística devocional de la Cuaresma con su maravillosa y abundante imaginería representa mucho en el pueblo español: las hermandades que entrañan sus sagrados titulares despiertan una participación e interés masivos, lo que instiga a misas y cultos muy apreciados que alcanzan una elevada expresión durante la Cuaresma para culminarse en la Semana santa con sus estaciones de penitencia. La imaginería, su devoción y cultos integran un centro neurálgico que discurre en paralelo a la actividad eclesial. Es tan preponderante el compromiso cuaresmal dentro de las cofradías que la religiosidad de las parroquias y de los templos se ve enriquecida de un modo extraordinario. El esmero que las hermandades ponen en sus celebraciones eucarísticas, triduos, quinarios, Viae crucis y conciertos sacros incrementa visiblemente la sensibilidad no sólo por este momento del año; sino también por las diversas manifestaciones de piedad que influyen en el pueblo de Dios y la sociedad.
Precisamente, diversos sectores sociales no confesionales prestan total atención a la labor caritativa de las hermandades, que son muchas y meritorias. De ahí que a menudo surge un protagonismo individual y colectivo que no tiene que ver con una actitud religiosa de compromiso y recatamiento. Cuando uno desea dar lo mejor de sí y ofrecer lo más perfecto de su cosecha, inevitablemente crea cierta ambición y rivalidad a su alrededor. Si comparamos un logro humano con otro, ya se empieza a establecer distinciones. El renombre social empaña algo que debe ser austero, es decir: fortificar nuestra fe y nuestros vínculos. Rehuyamos el sensacionalismo siendo partícipes en vez de espectadores.
Reflexionando sobre la Cuaresma, centrémonos en la cruz, un gran misterio que el creyente también lleva a cuestas en su vida diaria, llena de adversidades y retos. Nuestra alma nos invita al recogimiento, que crece con el ayuno, la oración y la penitencia. En un instante de paz comprendemos que la vida no es una competición donde sólo unos pocos se alcen victoriosos. La Cuaresma es la gran oportunidad para reencontrarnos todos, hablar de corazón a corazón y sentirnos iglesia.
Fdo: Marco Antonio MOLÍN RUIZ