«No podéis servir a Dios y al dinero.» Con esta frase tan conocida culmina el pasaje evangélico proclamado este domingo en todas las misas del orbe, un pasaje extraído del evangelio de Lucas que nos tiene que hacernos pensar y reflexionar en qué lugar de nuestro corazón está Dios, si éste ocupa el lugar que Él mismo nos manda en la Ley, ocupando el primer puesto, o no le otorgamos la categoría que merece y ordena, relegándolo u otro puesto inferior, y, por tanto, anteponiendo otras cosas, personas, o asuntos al propio Dios.
Vivimos en una sociedad que nos invita a cualquier cosa menos a hablar de Dios; que nos oferta múltiples y variados entretenimientos que en cualquier momento pueden apetecernos más que dedicar parte de nuestro tiempo a Dios, ya sea en la meditación, el rezo del rosario, la adoración eucarística, la liturgia de las horas o la celebración de la misa, entre otras.
Pero debemos ser conscientes que todas estas cosas nos ayudan ordinariamente a que, en nuestra vida, en nuestro corazón, Dios esté ocupando el lugar que Él mismo ordena y no otro. Quien es fiel en lo poco, en las pequeñas cosas, también en lo mucho lo será, por tanto, cultivémonos y cuidémonos hasta en los más pequeños detalles, y eso nos ayudará a ser recios y fieles en cuestiones de gran calado.
Pidámoselo al Señor, al único que es capaz de levantarnos de la basura, del barro, sacarnos de él y recomponernos, y eso nos hará ser capaces de alabarlo como nos indica el salmo de este día: «Alabad al Señor, que alza al pobre.»
Manuel Galán Cruz
Director del Secretariado de la Pastoral de Turismo de la Diócesis de Huelva