La devoción de la Madre Luisa por el Santo Rosario

Publicado:
6 octubre, 2025
Artículo de Celia Hierro Fontenla, postuladora de la Causa de beatificación de la Sierva de Dios M. Luisa Sosa, con motivo de la memoria de la festividad de Nuestra Señora del Rosario.

Octubre es conocido como el mes del Rosario, una tradición católica que invita a los fieles a rezar esta oración en honor a la Virgen María y a meditar sobre los misterios de la vida de Cristo, de la mano de nuestra Madre del cielo. El 7 de octubre celebramos a Nuestra Señora del Rosario. 

Este año, el papa León XIV ha hecho una llamada especial a los fieles, invitándonos a rezar el rosario por la paz durante todo el mes de octubre.

La devoción de la Madre Luisa a la Santísima Virgen era tan grande, que rezaba diariamente las tres partes del Rosario (Misterios Gozosos, Gloriosos y Dolorosos), pero no solo durante el mes de octubre, sino siempre. Así consta en los Estatutos de la Congregación de la Obra de Jesús Nazareno fundada por ella.

¿Es que eran contemplativas? Sí, pero junto con una vida activa: Acogían a ancianas desvalidas y desamparadas, prodigándoles cuantos cuidados espirituales y materiales necesiten, con el fin de salvar sus almas. También recogían y atendían a niñas necesitadas moral y espiritualmente.

¿Cómo era el día a día? A las 5:30 se levantaban y se arreglaban para estar en la capilla a las 5:50. y dedicaban a la oración y la Misa las primeras horas de la mañana. Seguidamente, bajaban a arreglar a las ancianas. Terminadas las labores cotidianas y preparada la comida, iban a la capilla hasta la hora de comer y para rezar el Santo Rosario. Una de las hermanas lo rezaba con las ancianas (y se sigue haciendo). A las 13:00 comían las ancianas y a las 14:00 lo hacía la comunidad. A las 18:00 h. hacían la lectura espiritual, luego la meditación de la tarde, el rezo de las horas y otra vez el reparto de la cena, y el arreglo de las ancianas para dejarlas limpias antes de acostarse. A las 21:00, ir a la cena de la comunidad y los rezos de las horas, las oraciones de la noche y a descansar.

Me sorprendía mucho cómo la Madre Luisa podía llegar a todo porque, además, como superiora, se encargaba de dirigir aquella casa de tal envergadura, con los numerosos y variados problemas que conllevaba acoger a las cuarenta y cinco ancianas que durante años tuvieron durante cincuenta años. Es verdad que ella era muy organizada, de hecho, escribió una poesía elogiando la importancia del orden. Especialmente me ha llamado la atención cómo mi tía Luisa, podía sacar el tiempo para rezar tres rosarios cada día. Además, sé que me dedicaba uno de ellos a mí y a mi familia.

He de reconocer que, de joven, el rosario me parecía muy aburrido y monótono. Y un día le pregunté a mi tía Luisa cómo rezaba el rosario, y me contestó que meditaba en el misterio que le tocaba, o bien la propia oración que iba rezando. Y me regaló una Virgen Niña para que, al mirarla, aumentase mi devoción a la Santísima Virgen. ¡Cuántas gracias me ha concedido mi tía a través de sus constantes oraciones! Nunca se lo podré agradecer suficientemente.

«¡Cuánto amor sintió la Madre Luisa por su Madre del Cielo! La invocaba constantemente, dejándonos como legado el rezo diario de las tres partes del Santo Rosario. Fue fiel a esta práctica hasta el final de sus días y, si por motivos de enfermedad no podía rezarlo, llegaba a decirnos que se lo grabáramos y así lo rezaba»[1].

Como muestra del inefable amor de la Madre Luisa a la santísima Virgen, le dedicó, entre otras, esta breve poesía a modo de alegoría: Azucena.

Azucena

Era una blanca azucena,
delicia de un gran Señor
de virtud y gracia llena,
en el jardín de su amor.

Era esbelta, era gentil
era llena de belleza,
de atractivo juvenil,
de candor y de pureza.

Llamada para altos vuelos
y ansiosa de perfección
sus pétalos siempre blancos
cansáronle el corazón.

Quiso teñirlos de rojo
quiso por Cristo sufrir
y como lirio entre abrojos
puso su tierno vivir.

Complacido el Rey miró,
aquel dulce ofrecimiento
y de cruces la colmó.

Y de tan blanca, en morada
tornóse, cuando la vio
dulcemente enamorada
y digna de Sí la halló.

Capullo del sufrimiento,
dulce efigie del dolor,
que has hecho de él tu sustento,
que a él te abrazas con amor.

Ya sabes lo que es sentir
sobre ti, dolor y cruz.
Ya sabes que has de morir
para llegar a la luz.

                 Madre Luisa Sosa. Octubre de 1946

Celia Hierro Fontenla. Médico.
Postuladora de la Causa de beatificación de la Sierva de Dios M. Luisa Sosa
Memoria de la festividad de Nuestra Señora del Rosario


[1] Testimonio de la Comunidad sobre La Virgen.

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