“Existen diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. Existen diversas funciones, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos. […] esto lo realiza el mismo y único Espíritu, quien distribuye a cada uno sus dones como él quiere”, explicó san Pablo (1 Cor 12, 5-6,11).
Por ello, en el Pueblo de Dios hay diversos servicios, diversos ministerios. Unos son los ministerios que se confieren mediante el sacramento del Orden, como lo son el diaconado, el presbiterado, y el episcopado. Otros, en cambio, no se confieren mediante el sacramento y, sino mediante una bendición, por tanto, el fiel que los recibe no deja su condición laical.
Los ministerios destinados al servicio litúrgico se consideraron como instituciones previas a la recepción de las órdenes sagradas, y se les denominó “órdenes menores”. Entre éstas se encontraban el ostariado, el lectorado, el exorcistado y el acolitado.



Tras el Concilio Vaticano II, el papa san Pablo VI hizo una revisión de estas funciones, y dejaron de llamarse “órdenes menores”, y se transformaron el “ministerios”, conservándose únicamente el acolitado y el lectorado, aunque dejando a las conferencias episcopales la posibilidad de crear otros que fueran necesarios para la región (Const. Apost. Ministeria Quaedam).
Una vez finalizada la proclamación del evangelio, un diácono llamó ante don Santiago a los candidatos a recibir los ministerios laicales de lector y acólito, Álvaro Fírvida Couso, Jesús Flichi Redondo, José Antonio Calañas Pérez y Juan José Martín Lorca.
Tras la homilía, en la que el Sr. Obispo hizo referencia a cómo estos ministerios suponen una riqueza para la vida de la Iglesia además de un ámbito de servicio a sus comunidades parroquiales para aquellos que se sienten llamados a recibirlos, procedió a la institución de lectores y de acólitos. La liturgia dispone una formula de bendición para los candidatos y la entrega del libro que contiene la palabra de Dios en el caso de la institución de lectores y de la patena con la forma en el caso de la institución de acólitos.
Para recibir estos ministerios los candidatos han recibido una formación básica en Sagrada Escritura, teología y liturgia, además de orientaciones de tipo técnico de cara a un mejor ejercicio del ministerio.
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