La vocación de la hermana Eulalia cumple 50 años. Forma parte de la comunidad de las Carmelitas Teresas de San José en Lepe. Pudo ser una peluquera más en Sabadell, pero finalmente no se cortó un pelo y decidió entregar su vida a Dios. Demos gracias.
Cumple 50 años de consagración y dando gracias a Dios…
Dando gracias a Dios por la misericordia y por la fidelidad que ha tenido para conmigo, porque si no es por Él, yo no estaría aquí.
¿Cómo descubrió su vocación?
Me quedé sin madre a los 7 años, entonces, en un momento tuve que ir a un colegio interna, del que tengo muy buen recuerdo. Quería ser peluquera, pero llegó un momento que, al ver el cariño y el cuidado con el que las hermanas nos trataban, pensé que yo también me podía dedicar a eso. El Señor me fue ayudando… Consulté a algunas hermanas y sacerdotes y, finalmente, el Señor decidió y yo fui un instrumento de Él y, por eso, estoy aquí.
Qué importancia tienen los referentes a la hora de definir la vocación, ¿no cree?
¡Claro! Y también las mediaciones. A cada uno Dios le llama y no sabemos cómo.
Y de todos los carismas posibles, ¿por qué el de las Hermanas Carmelitas Teresas de San José, al que lleva sirviendo 50 años?
Porque fueron mis referentes y fue lo que me llenó. Nuestra misión es la educación y el cuidado de niñas huérfanas y pobres, la catequesis…, pero el carisma es el anonadamiento, ponerse en manos del Señor y ser pobre y humilde, así como la infancia espiritual, que es como hacerte como un niño.
¿Me puede contar alguna anécdota que le haya llegado especialmente al corazón en estos 50 años?
En realidad, son cosas sencillas, pero siempre pongo de ejemplo la de un niño al que estábamos preparándolo para la comunión y no paraba de hablar. Fui a llamarle la atención y se puso a llorar. Después hablé con él y le expliqué que en la Iglesia había que estar atento y me contó que lo que le ocurría es que estaba muy contento, porque su padre, que nunca había pisado la Iglesia, estaba allí. Eso me llenó tanto que, cada vez que tengo que decirle algo a un niño tengo un cuidado tremendo.
¿Qué le diría a una joven lectora de esta entrevista, que le llame la atención la vida religiosa y que se encuentre en pleno discernimiento de su vocación?
Yo le diría que no tenga miedo y que se ponga en las manos del Señor. Que la vida religiosa vale la pena. Te sientes compensada porque es otro matrimonio, pero tienes muchos hijos y personas a las que cuidar y dar razón de tu vida. Que no tengan miedo, porque el Señor es muy generoso.
Fotos: Photo Abreu