Mons. Santiago Gómez Sierra, Obispo Electo de Huelva
En primer lugar, ¿Cómo está después de estos primeros días tras darse a conocer el nombramiento?
Estoy un poco sobrepasado, porque este aluvión de presencia y de solicitud de los medios, que entiendo que es normal por estas circunstancias, es algo a lo que no estoy acostumbrado, pero estoy muy agradecido por el interés de los medios y por el cariño que estoy percibiendo tanto de la Iglesia de Sevilla, que me despide, como por la ilusión de la Iglesia de Huelva, que me va a recibir. Su portavoz, en ese sentido, D. José, desde que conocimos la noticia porque el señor Nuncio nos la transmitió, en este tiempo en el que hemos tenido que guardar el secreto pontificio las veces que hemos hablado siempre me ha transmitido el ánimo y la certeza de que iba a ser bien recibido y eso también conforta.
¿Cómo fue el momento en que recibió la noticia y qué pasó por su cabeza?
Pues yo estaba celebrando una misa funeral por una persona conocida en Jesús del Gran Poder y, al terminar la misa, iba caminando para casa, cogí el móvil y vi que tenía una llamada perdida de la Nunciatura y un mensaje del señor Nuncio para que lo llamase –empecé a ponerme nervioso, claro-, llegué a casa, donde tengo una pequeña capilla y desde allí le llamé y me dijo: “Excelencia (es el trato al Obispo), tengo que darle una noticia de parte del Santo Padre: le ha nombrado Obispo de Huelva”. Y le dije que estaba muy agradecido al Santo Padre… y aquí estoy.
Diez años como obispo auxiliar en la archidiócesis hispalense, a la que ha mostrado estos días su agradecimiento y el peso que ha tenido en su ministerio episcopal. Son diócesis hermanas las de Huelva y Sevilla y, como tales. ¿Podemos decir que se dan un cierto aire, no cree?
Pues creo que sí porque, efectivamente, hasta 1953, Huelva pertenecía a la Archidiócesis de Sevilla. El Obispo que me ordenó sacerdote, D. José Antonio Infante Florido, era sacerdote de Sevilla y creo que estuvo algún tiempo destinado en Huelva como párroco, y luego creo que estuvo algún tiempo destinado en Sevilla en El Salvador, después fue Obispo de Canarias y de Córdoba cuando me ordenó. Lo que quiero decir es que hay una historia hecha con personas concretas y de una vinculación grande. La reunión de los Obispos de Sur de la Provincia Eclesiástica nos hace también tener una cercanía grande y esas afinidades están. De todas formas, la Iglesia esté donde esté es una y, por tanto, nuestra fe es la misma y uno, donde vaya, en principio, no se siente extraño, sino en familia.
Es toledano, de Madridejos, pero fue ordenado sacerdote en Córdoba, donde llegó incluso a ejercer cargos de responsabilidad, como el de vicario general. Conoce bien, por tanto, la idiosincrasia de la Iglesia Andaluza, muy conectada, por ejemplo, a la piedad popular.
Sí, voy conociéndola. Mi experiencia es que, siendo Andalucía, y teniendo una personalidad colectiva propia, hay peculiaridades muy importantes. Córdoba es muy distinta a Sevilla y supongo que Huelva también tendrá su propia personalidad. Yo le pido al Señor conocerla pronto, porque estoy convencido de que el Pastor a veces tiene que intuirla, pero igual un párroco que llega a una parroquia nueva: tiene que intuir esa personalidad, porque si no puede meter la pata y ofender sin querer si no conoce la sensibilidad del pueblo. La experiencia es importante no por puro conocimiento, sino porque se da un trato en el que hay una mutua influencia. Yo creo que el Pastor configura la comunidad, deja su sello en la comunidad –yo supongo que no sería como soy si no hubiera sido cura en Córdoba y Obispo en Sevilla- y estoy convencido de que Huelva dejará también su sello en mí y en mi manera de vivir y de ejercer el ministerio y yo intentaré aportar lo que pueda, pero tiene que darse esa mutua influencia. El Pastor pone su sello en la comunidad y la comunidad en el Pastor.
Hemos escuchado en sus primeras declaraciones que en su mente y en su corazón no hay más programa que el de Jesucristo, en alusión a unas palabras de San Juan Pablo II. Es cierto que la Iglesia siempre, pero ahora con más ímpetu si cabe, está centrando esfuerzos en la conversión pastoral y en un mayor protagonismo del laicado. ¿Qué opinión tiene al respecto?
Creo que es el camino y, por las noticias que tengo y por lo que he visto, no es nuevo en Huelva donde, por lo menos los dos últimos planes pastorales han estado insistiendo, primero en la identidad de la comunidad cristiana y en vivir la Iglesia como familia, y como familia quiere decir que el laicado es el Pueblo de Dios entero, no solo el laicado frente a pastores, sino que la base es el bautismo, los sacramentos, la iniciación cristiana. Eso es lo que nos da la carta de ciudadanía en la Iglesia y nuestro derecho de familia en la Iglesia. El Pastor está para servir. Creo que es necesario seguir caminando en esa dirección de la conciencia de una misión compartida –“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”- donde todos tenemos que ayudar a que sea cada día más real, más viva, para que llegue a más bautizados. Y en una conciencia sin complejos. Estamos en misiones. A veces nos recreamos en una historia pasada, los cauces de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones, a los niños, se debilitan y tenemos que ser conscientes de ello y, por tanto, hay que anunciar de nuevo a Jesucristo, no lo podemos dar por conocido.
Esta misma mañana se ha celebrado en Huelva la Misa Crismal, en la que los sacerdotes renuevan sus promesas. ¿Qué diría al clero onubense?
Primero que acoja la homilía de su administrador apostólico. Sencillamente, diría a los sacerdotes que se ilusionasen con su sacerdocio. Hemos tenido la suerte de encontrar el tesoro escondido en el campo, que es Jesucristo. Él es el Reino de Dios y, por tanto, tenemos en las manos un tesoro que tenemos que disfrutar de él y vivir la alegría profunda que nos da sabernos sacerdotes y elegidos por Él y llamados a configurarnos con el Buen Pastor, a servir a nuestros hermanos y a ayudarles a que lo descubran también. El hecho de que la sociedad o la cultura dominante no aprecien como en otros tiempos la figura del sacerdote, no tiene que acomplejarnos, ni cansarnos, ni desanimarnos, sino muy al contrario: yo tengo algo que otros no conocen y que es el mejor servicio que les puedo hacer.
Huelva es una diócesis marcada en lo caritativo especialmente por la Inmigración. Su lema episcopal es “Haciendo la paz por la sangre de su Cruz”. ¿Será este el estilo en este plano de la fe?
Ciertamente, cuando en estos días he hablado con D. José y me ha informado, Huelva tiene experiencias muy hermosas de atención a los inmigrantes y a los más excluidos y, naturalmente, alentaré eso. El lema episcopal nace de la experiencia de cada uno. Cuando me ordené sacerdote, en esa frase que elegimos para los recordatorios, puse “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”. Cuando me hicieron Obispo cambié, pero era la misma idea: “Haciendo la paz por la sangre de su Cruz”, para decir que estar en medio como el que sirve es dar la vida, es la sangre. Eso lo hace Jesús, Él hace la paz entre judíos y gentiles, esclavos y libres… Un pueblo nace de la Cruz de Cristo. Él también perdona a los enemigos y la comunión nace del sacrificio. Yo, en la poca experiencia de mi vida me he dado cuenta de que eso es así, pero no solo para mí como Obispo, sino para un matrimonio o para cualquier persona que quiera de verdad vivir el amor. No hay amor sin sacrificio y eso es que no hay amor sin olvidarme de mí y de mi propio interés para sacrificarme por el bien común. Es esa misteriosa paradoja de que olvidándome de mí me encuentro y crezco.
Una nota de actualidad. Esta semana ha vuelto a la palestra en el tema educativo la llamada Ley Celaá. Usted es Obispo delegado de Enseñanza en las diócesis del Sur. ¿Qué opinión le merece la situación actual de la asignatura de Religión?
La posición de la Iglesia en este campo es siempre la misma. Nos gustaría un acuerdo amplio sobre Educación, no este cambio permanente de leyes educativas y eso supone que la educación no está sujeta a la ideología de un partido o de otro, sino que tiene que ser fruto de un consenso. Por supuesto, para la Iglesia hay algo prioritario que es el derecho fundamental de los padres. Los hijos son de sus padres, pese a que se diga otras cosas, y los padres son los primeros que tienen la obligación y el deber de educar a sus hijos según sus propias convicciones y, por eso, una oferta educativa desde la fe cristiana, respetando el espacio común de todos que son los valores constitucionales, es legítima. Asegurar a los padres la libertad para poder elegir una educación católica para sus hijos es algo que está en sus derechos fundamentales y que la Iglesia quiere defender. Por eso, deseamos que no nos enzarcemos en polémicas ideológicas y que veamos el bien común que la Educación ayuda a construir.
¿Qué mensaje quiere enviar a la sociedad onubense y qué espera de Huelva?
Yo espero de Huelva la acogida fraterna en la Iglesia. No llevo conciencia, a pesar de que conozco poco, de que voy a un lugar extraño, sino que voy a mi familia, que es la Iglesia que, por la misericordia de Dios, voy a presidir. Espero su acogida y les digo que yo ya los tengo acogidos en mi corazón y estoy dispuesto a escuchar, a conocer, a entregarme todo lo que pueda a ello. A toda la sociedad, que es pluralista, como en cualquier otra provincia, decirle que no tengan miedo de la Iglesia, porque está para sumar y tiende la mano a todos y busca el bien del hombre y de la sociedad, como lo está buscando y lo seguirá haciendo en Huelva. Una mano tendida del Obispo que va a llegar, pero es la mano tendida de la Iglesia que ya está allí.