El 2 de febrero de 2019, Fiesta de la Candelaria, el Santuario del Rocío recibía la visita especial de Mons. Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y del Consejo Internacional de Catequesis, para presidir el Rosario Procesional y la Vigilia mariana de la Luz a los pies de Ntra. Sra. del Rocío. Con ocasión de esta visita y conociendo la actividad penitencial que este santuario tiene, en especial durante los días de romería, Fisichella sugirió al entonces obispo de Huelva, José Vilaplana, la designación del rector del santuario como “misionero de la misericordia”.
Esta figura surge en la Iglesia con motivo del Jubileo de la Misericordia que el papa Francisco convocaba desde el 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016 con la finalidad de animar y estar al servicio de la diócesis en materia relacionada con la celebración del sacramento de la Reconciliación y con la predicación del Misterio de la Misericordia divina, especialmente en tiempos litúrgicos fuertes. Realizada la petición por el propio Obispo y, tras un tiempo de demora a causa de la pandemia, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización ha comunicado al sacerdote Francisco Jesús Martín Sirgo, párroco de Almonte y rector del Santuario de Ntra. Sra. del Rocío, el nombramiento para este ministerio.
En palabras de Martín Sirgo, “más que un título, es un servicio para toda la diócesis que supone una gran alegría y, a la vez, una gran responsabilidad. Alegría porque supone una contribución y ayuda liberadora para el penitente, desde la misericordia de Dios. Y una responsabilidad por las características que me exige como persona llamada a ejercer este ministerio: acogida a todos, ternura, ayuda al penitente para que reflexiones sobre el mal cometido, claridad en los principios morales, disponibilidad en el acompañamiento, prudencia en el discernimiento y generosidad en la dispensa del perdón”.
Las facultades que se conceden a los misioneros de la misericordia, reservados a la sede Apostólica, están limitadas a la absolución de pecados como: “la profanación de las especies eucarísticas; la violencia física contra el Romano Pontífice; la absolución del cómplice en pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo; la violación directa del sigilo sacramental por parte del confesor; o la captación y/o divulgación mediante medios de comunicación social del contenido de la confesión sacramental verdadera o simulada”.
Es un don para nuestra Iglesia contar con este ministerio que, ante las múltiples resonancias de los frutos espirituales que comportó este misionero durante el Año de la Misericordia, el papa Francisco decidió que este delicado ministerio se prolongara en las diócesis como “signo concreto de que la gracia del Jubileo sigue siendo viva y eficaz, a lo largo y ancho del mundo” (Misericordia et Misera, 9)