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«Del artesano al carpintero de palabras» comentario al Evangelio del XIV Domingo del Tiempo Ordinario – B

Publicado:
2 julio, 2021
Foto:  Cristo en la sinagoga de Nazaret. Óleo sobre lienzo de Gerbrand van den Eeckhout (1658)

El evangelio de este Domingo XIV del Tiempo Ordinario (Mc 6,1-6) pone de manifiesto una de las consecuencias de la predicación de Jesús: el rechazo. A través de interrogantes a los que se unen una serie de actitudes se intenta desprestigiar, desacreditar y desautorizar al Nazareno, precisamente en Nazaret. Veamos, a continuación, cómo pasar del artesano al carpintero de palabras.

La actuación de Jesús, de nuevo en una sinagoga (en griego, «lugar de reunión»; en hebreo, «casa de la Asamblea») como al inicio de la proclamación (Mc 1,21) y donde lo rechazan los fariseos (Mc 3,6), se muestra a modo de enseñanza. Tanto el lugar (sinagoga de Nazaret) como el día (sábado) crean un marco, no indiferente, donde las palabras cobran más fuerza. Los artistas suelen escoger un marco adecuado para sus obras, en cambio, los artesanos trabajan habitualmente en el mismo escenario: su taller. Jesús, de manera implícita, considera la sinagoga como un lugar donde construir, edificar, componer, en definitiva, donde proponer sus palabras proféticas. Un lugar donde se siente en casa y, por tanto, considera a aquellos que le acompañan su familia.

La segunda lectura de este domingo (2Cor 12,7b-10), propone una paradoja: «muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo». La debilidad, común a toda la humanidad, no es un motivo de vergüenza, ni de rechazo, sino la oportunidad de que Dios, a través de su Hijo, muestre su fortaleza. Las debilidades son siempre relativas, ya que tienen mucho de subjetivas. La fortaleza y el amor de Dios no son relativos, al contrario, podemos decir que son absolutos, porque solo Dios es Dios y su amor es eterno. Nuestras flaquezas se hacen pequeñas en la medida en que aceptamos y acogemos el amor de Dios y este se hace cada vez más grande en nosotros. El riesgo es creernos ilimitados e infalibles, porque es el primer paso para considerar a Dios incapaz e insuficiente. Cuando somos débiles, es decir, cuando nos reconocemos como criaturas limitadas, entonces somos fuertes, porque es Dios quien habita en nosotros. No nos olvidemos que la fuerza y el poder de Dios se manifiestan en los pequeños, en los sencillos y siempre desde el amor.

Volviendo a Mc 6,1-6, el rechazo a Jesús, unido al rechazo de los profetas (Ez 2,2-5), resalta el envío de Dios, lo inesperado de un Dios que se encarna y se hace cercano para poder salvar a sus hermanos los hombres. En el relato se alude al oficio que ejerció Jesús cuando habitaba en Nazaret: «artesano». El original griego (tekton), designa al carpintero, pero también a otros oficios manuales, como herrero. Al mismo tiempo, la palabra «hermanos» en el texto (Mc 6,3) puede tener un sentido amplio, porque se utilizaba frecuentemente para designar no solo a los hermanos de sangre, sino también a todos los miembros del clan familiar y, por extensión a todos los miembros del pueblo o de un grupo religioso. Sucede igual entre nosotros, donde la palabra hermano tiene un sentido amplio. Teniendo en cuenta, pues, la extensión de las palabras artesano y hermano, se puede afirmar: la fraternidad no es excluyente, porque todos podemos sentirnos –lo somos en verdad− hijos de Dios y hermanos entre nosotros; el Jesús artesano, no solo trabaja con la madera, sino fundamentalmente con sus manos. De tal manera, que el Jesús-hermano nos conduce a Dios-Padre; el hermano de todos y el Padre de la humanidad. El Jesús-artesano se convierte para el creyente en el carpintero de palabras; el Hijo del Padre, el Verbo vivo y la Palabra viviente.

Isaac Moreno Sanz,
Dr. en Teología Bíblica y rector del Seminario Diocesano de Huelva

 

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