Padre Emilio Rodríguez Claudio, vicario general y superior de la comunidad de agustinos en Huelva.
Entrevista concedida al programa El Espejo de la Iglesia de Cope Huelva (24/09/21):
Vicario general de la diócesis de Huelva, prior de la comunidad de agustinos, capellán del centro penitenciario, consiliario de Manos Unidas y algún que otro encargo pastoral más. Su día a día debe ser intenso con todos los encargos pastorales que lleva adelante…
Efectivamente, es intenso, pero cuando las cosas se hacen con ilusión, con alegría y con ganas de hacerlo lo mejor posible, la intensidad del día da para mucho.
Son días especiales para la comunidad de agustinos en Huelva que, justo este pasado domingo, cumplió nada más y nada menos que 25 años de presencia en nuestra diócesis, si es verdad que hubo una presencia anterior, a principios del siglo XX. ¿Cómo fue la celebración?
Fue una celebración muy entrañable que organizó especialmente la Hermandad de la Buena Muerte. Una acción de gracias en la Eucaristía en el Convento de las Madres Agustinas, que presidió el obispo, D. Santiago, donde se bendijo un banderín de San Agustín para la Hermandad y, posteriormente, la Junta de Gobierno me dio la sorpresa de entregarme la Medalla de Oro de la hermandad. Fue muy entrañable. Las palabras de la homilía de D. Santiago fueron muy profundas, hablando de la vida consagrada y de su presencia en la diócesis y, especialmente, de los agustinos. Estuvieron presentes los compañeros sacerdotes que fueron superiores de la comunidad durante estos 25 años –P. Esteban Labrador de la Parte y P. José Izquierdo Mucientes- y fue un mirar atrás y decir, por Dios, 25 años cómo han pasado sin darnos cuenta… Y, sobre todo, pensar que nosotros vinimos a servir y aquí seguimos, sirviendo para lo que el Señor quiera y para lo que nuestro Pastor quiera.
¿Cómo es el día a día de la comunidad de agustinos, residente Aljaraque?
El día a día es como el de cualquier comunidad religiosa. Por la mañana, bien temprano, tenemos la oración comunitaria de laudes y ya luego cada uno, después de desayunar, va a la tarea que tiene encomendada. Ahora mismo somos cinco sacerdotes los que conformamos la comunidad y atendemos las tres parroquias, el centro penitenciario, echamos una mano también en el colegio de las agustinas… Y eso va llenando nuestro día. Nos encontramos también durante y después de las comidas, cuando echamos un ratito de charla y de compartir lo que hacemos a lo largo del día. Nuestra vida está hecha de oración, trabajo y de vida de comunidad.
Usted es el único de la comunidad actual que permanece en Huelva desde el principio, desde 1996, fecha desde la que se hizo cargo de la capellanía del centro penitenciario de Huelva y que fue cuando se creó el Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciaria, del que fue el primer director. Precisamente hoy viernes celebramos la festividad de Nuestra Señora de la Merced, patrona de las instituciones penitenciarias. ¿Cómo está viviendo el equipo de la pastoral penitenciaria estos días?
Pues con mucha ilusión. Hoy hace también 25 años que, por primera vez, el equipo entró en la cárcel, en la festividad de Nuestra Señora de la Merced. Este año se está preparando con unos actos muy sencillos. Nos vamos a reunir mañana en la Casa de Ejercicios de la Cinta y vamos a dar gracias como lo hacemos los cristianos, con la Eucaristía. Y luego nos reuniremos un ratito para compartir una copa de vino y reencontrarnos, porque hay mucha gente que ha pasado durante estos años por la pastoral penitenciaria y que ya, por distintas circunstancias, no participa de la acción de la capellanía y de la pastoral. La intención es reunir a los que estuvieron y a lo que están para celebrar el gozo y la alegría de ese servicio fundamental a la Iglesia de Huelva y, especialmente, a aquellos que más lo necesitan. Yo creo que son los más pobres de entre los pobres y este equipo de pastoral penitenciaria se ha entregado con alma corazón y vida a esa tarea que le encomienda la Diócesis de Huelva.
Además, durante este tiempo de pandemia, el equipo de pastoral penitenciaria ha buscado las fórmulas posibles para estar cerca de los internos y de sus familias…
Efectivamente, ese ha sido un trabajo muy especial de nuestros voluntarios, que han estado en contacto entre ellos, han realizado otras tareas, se han dedicado a hacer mascarillas, han trabajado de una manera impresionante, pero además de eso, han buscado la manera de poder seguir relacionándose tanto con los internos como con las familias que, en momentos de tanta dificultad estaban muy faltos de comunicación, entre ellos y con la cárcel. Yo quiero agradecer el trabajo del director del secretariado, Antonio Sánchez, que ha estado al pie del cañón durante todo este tiempo de la pandemia, manteniendo muy arriba el ánimo de todo el equipo que estaba sufriendo porque no podía realizar su tarea en el centro.
¿Cuánto ha aprendido en estos 25 años? ¿Cómo ha evolucionado el Padre Emilio que llegó en 1996 hasta hoy día?
El que llegó en 1996 a Huelva venía sin tener ni idea de lo que significaba la pastoral penitenciaria y el trabajo en la cárcel. Sí es cierto que nos introdujeron los que en aquel momento estaban de capellanes, D. Víctor Bermúdez y D. Eugenio Lobo, y nos ayudaron mucho a iniciar la tarea. También había un grupo de voluntarios que llevaba unos años trabajando en la cárcel antigua (algunos de ellos continúan trabajando en el actual centro penitenciario). He aprendido mucho de nuestro voluntariado y también de la gente que está en la cárcel, tanto de los presos como de los funcionarios. Ha sido y sigue siendo una experiencia magnífica que deja unas enseñanzas realmente impresionantes y que marcan la cabeza pero, sobre todo, el corazón. He podido ver cómo mi vida ha cambiado en estos 25 años en ese servicio que venimos haciendo a la Iglesia diocesana.
La semana pasada con el encuentro del clero se dio el pistoletazo de salida al nuevo curso pastoral. ¿Cómo se plantea la vida de la Iglesia diocesana en estos próximos meses?
Nos lo decía D. Santiago en la carta que nos ha escrito a todos los diocesanos. En primer lugar, tenemos de alguna manera que salir de las circunstancias en las que nos ha dejado la pandemia. Yo no sé si la pandemia nos ha hecho mejores o peores, pero sí nos ha cambiado la vida y ha cambiado también la vida de la diócesis. Durante mucho tiempo hemos estado encerrados en casa, no hemos podido realizar las actividades pastorales, no hemos podido vernos y encontrarnos… El obispo nos dice que es momento de superar todo esto, de volver a ponernos en marcha y también en un tiempo nuevo, porque a D. Santiago le tocó llegar en medio de la pandemia y ha tenido también muchas dificultades para poder acceder a todas las actividades, a las parroquias… Esto va cambiando, gracias a Dios, y este tiempo nuevo significa un esfuerzo nuevo también por parte de todos para seguir trabajando y seguir llevando el mensaje de la buena noticia de la salvación donde el Señor nos ha puesto a cada uno de nosotros. Este año está marcado por el trabajo que tenemos que hacer a nivel diocesano del Sínodo de los Obispos, que nos va a ocupar prácticamente todo el curso; también por la celebración que continúa del Año Familia Amoris Laetitia y, si es posible, aunque creo que será difícil porque estos temas nos van a ocupar mucho tiempo, empezaremos con el Sr. Obispo a trazar las líneas del nuevo plan de pastoral. Sé que D. Santiago tenía mucho interés en que se pusiera en marcha a finales de curso y, si podemos, también lo haremos.