Foto: La ofrenda de la viuda pobre. Ilustración: Gustavo Doré. Grabado: Pierre Dumont (1870). Publicado en “La Biblia de Doré”.
El evangelio de Marcos de este domingo (Mc 12,38-44) propone la enseñanza de Jesús sentado en el Templo. Algunos copistas ‒aquellos que en los primeros siglos, cuando no se había inventado la imprenta, copiaban a mano los evangelios‒ pensaron que era más apropiado que Jesús estuviese de pie que sentado, algo insólito en aquel lugar sagrado. Con esta postura Jesús afirmaba su autoridad, su enseñanza e, incluso, su juicio. Veamos en qué situaciones, nosotros que ahora escuchamos este evangelio sentados, debemos ponernos de rodillas, en pie y en camino.
Habitualmente se suele subrayar la diferencia entre la cantidad de dinero de unos y la escasa aportación de la viuda. Además, es necesario observar el contraste entre la cantidad de gente («los escribas; la muchedumbre; muchos ricos») y la soledad de la viuda pobre. Esta mujer acude sola, sin nadie y cuando regrese, en su condición de viuda, probablemente seguirá estando sola. Es interesante escuchar a la gente que pasa tiempo en soledad porque saben lo valioso de las palabras.
La habilidad narrativa de Marcos provoca que el lector, es decir, la comunidad creyente, se identifique con ella, acogiéndola de tal manera que en el corazón de los cristianos aquella viuda ‒con ella todas las personas que se encuentran solas‒ no caminen aisladamente.
Por otra parte, se establece una diferencia entre lo que sobra y lo necesario. Los ricos echaban continuamente aquello que les sobraba, en cambio la viuda realizó una sola contribución, además insignificante. Las costumbres, hábitos y rutinas pueden desvirtuar lo que inicialmente comenzó como una buena acción. El anonimato en medio del conjunto ‒de la muchedumbre o de cualquier grupo‒ corre el riesgo de descafeinar o debilitar la importancia de una opción personal y una respuesta propia y apropiada. La viuda era consciente de lo que hacía, de la importancia de aquello que daba y de la necesidad que tenía. Sin ir más allá del texto evangélico, no se puede afirmar lo mismo de los otros.
En último termino, es necesario comprender que la viuda pobre de esta historia da «su vida», es decir, lo «necesario para vivir», apoyando el Templo de Jerusalén. El Maestro, sin que ella lo sepa, elogia su acción discreta, que se proyecta este domingo en miles de templos cristianos. El Mesías dará su vida para construir un templo, un santuario no hecho por manos humanas, combinando como la viuda el sacrificio y una vida entregada. Si el dinero hace esclavos, la entrega conduce a la libertad.
Este domingo se celebra la Iglesia Diocesana con el lema: «Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo». En esta familia debe guardarse siempre un lugar para acoger a la viuda pobre; unos bancos para compartir mucho más que dinero; una silla para que se siente el Maestro. En nuestra Iglesia Diocesana de Huelva ‒hoy en camino hacia Sarepta como Elías; siempre camino de Emaús con los discípulos‒ vivimos desde la confianza en la providencia y el compromiso de la generosidad. De esta manera, no faltará la harina para el pan de la Eucaristía y no se acabará el aceite para curar las heridas. Gracias por la generosidad en las colectas de este domingo porque, no olvidemos, el dinero hace esclavos; la entrega conduce a la libertad.
Isaac Moreno Sanz,
Dr. en Teología Bíblica y rector del Seminario Diocesano de Huelva.