Foto: Las Bodas de Caná, Paolo Veronés [Taller de] (Hacia 1562). Museo Nacional del Prado, Madrid
El domingo pasado hablábamos del Bautismo de Jesús, de consagración, de misión y de vida que rebosa cuando la persona se pone en manos de Dios. Y hoy nos cuenta el evangelio que todo esto se convierte en fiesta. No una fiesta de pueblo, una fiesta de bodas, de compromiso y de encuentro. Han venido muchos amigos y familia, vienen de distintos sitios y con la alegría del encuentro y de festejar la vida tanto la pasada como la futura.
Fiesta que se prepara con cuidado y esmero por parte de las familias, por parte de los contrayentes que se ofrendan y comparten con los amigos lo que son y lo que tienen, que le piden a Dios que los bendiga y que sea el principal en su casa. Y todos gozan y bailan, y beben y comen hasta que una persona se da cuenta de que ¡no hay vino!
Ese vino con el que se brinda, con el que se goza y se comparten risas y recuerdos en la fiesta de la vida. El vino que se cuida en la oscuridad de las barricas con un tiempo concreto y que se mima para que el resultado sea el correcto, el deseado.
¡No hay vino!, y la fiesta de la vida puede volverse fría. ¡No hay vino!, ese vino que hace que compartamos los ratos. ¡No hay vino!, ese que hace que bailemos juntos el baile que hace que recordemos y compartamos lo que hemos sido. El que nos lleva a desear un futuro maravilloso y feliz. ¡No hay vino! ¿Tú no te has dado cuenta de que falta el vino a la vida de hoy?
¡No hay vino y va a volver la tristeza y el sinsentido! No podemos permitirlo, la vida no se puede quedar sin el vino y sin fiesta.
Se necesitan personas que les digan a los sirvientes que llenen las tinajas, que ya vendrá quien lo cambie todo. Se necesitan personas que vayan a decir como María: Jesús, ¡no hay vino! Y ser insistentes porque no es igual beber vino aguado que el que sale de una buena barrica. Jesús, ¡que no hay vino! A María le dio igual que le dijera que no era su problema. Ella fue a solucionar lo que le correspondía y con confianza y autoridad pide llenar las tinajas de agua.
¿Te vas a quedar parado?
Hay que pedir que se llenen las tinajas, hay que decir a Jesús que no queda vino bastante para la fiesta de la vida, que se ha aguado el vino y se puede aguar la fiesta. Pero hay que moverse.
No podemos quedarnos sin vino… Los que sirven, los que saben qué hacer, por favor: “haced lo que él os diga”, porque la gente ha de seguir brindando, bailando. Hay que estar preparados para servir el vino de la vida que sale solo de aquellas tinajas. Sirvamos entre todos el vino y bebamos.
… y seguir la fiesta, y estar siempre atentos para que no nos falte la vida. Servir, amar, vivir. ¿Quién quiere vino? No cualquier vino, sirvamos el bueno, el que se ha quedado para el final, pero que es de calidad. El que lo prueba, ya no quiere otro.
María Jesús Arija García,
Lda. en Teología y profesora de Religión en Almonte