El pasado domingo veíamos procesionar a la Reina de las Marismas por las calles de Almonte, vestida de Reina y en su nuevo paso, para despedirse de su pueblo en el que de modo extraordinario la Virgen ha permanecido, a causa de la pandemia, en el altar mayor de la parroquia almonteña. La mañana de este martes, 24 de mayo, la Virgen amanecía vestida con sus galas de Pastora, ante su inminente regreso a la aldea el próximo domingo.
Después de 33 meses desde aquel agosto de 2019 en el que la Virgen llegaba a Almonte, será al amanecer del próximo domingo, cuando, cubierta con el guardapolvo por las hermanas camaristas, en el Alto del Molinillo del Chaparral, emprenderá su traslado hasta la aldea por el camino de Los Llanos a hombros de los almonteños. Al atardecer llegará al Rocío, donde esperará la llegada de miles de peregrinos para celebrar, la semana siguiente, la Romería del Rocío más esperada.
Vestida de Pastora, para hacer el camino
El traje es el que ya luciera en su llegada a Almonte. La saya está confeccionada a partir de un antiguo manto, datado en el siglo XVIII, cuyo brocado de seda está enriquecido con piedras naturales semipreciosas, canutillos y lentejuelas de oro. La característica más singular de la esclavina, donde luce un broche en el cuello, es la utilización del tono rosa empolvado; color litúrgico con el que la Iglesia anuncia el Nacimiento de Cristo y su Resurrección.
El tejido del manto fue realizado exprofeso para la Virgen del Rocío, cuya seda está tintada en uno de los tonos de la saya por un maestro tintorero en Milán. El conjunto completo fue donado por hijos de Almonte y realizado bajo la dirección de José Manuel Vega Morales.
El Pastorcito va vestido de Rey, rememorando estampas de antaño, con un traje confeccionado en un brocado del siglo XVIII, enriquecido con oro, seda, piedras naturales, talcos y piezas bordadas en oro. Regalo de la Asociación de Vecinos de El Rocío en 2020.
El sombrero es de copa alta, hecho a mano en Panamá natural. Las flores y hojas han sido realizadas en metal tallado, enriquecidas con pedrería al aire y en cabujón como olivinas, topacio azul, aguamarina, cristal de roca tallado y rosa de Francia. Todo ello acompañado de las típicas flores secas, espigas y ramitas de lavanda.
El ala del sombrero está confeccionada con un brocado del siglo XVIII, bordado al estilo de la esclavina, con olivinas incrustadas en cabujón de oro. Los lazos están realizados con el mismo brocado y el reverso es un terciopelo de seda de principios del siglo XIX, en tono verde hoja. Ambos rematados con encaje de hojilla de oro hecho a mano.
La parte de orfebrería ha sido realizada por José María Carrasco Sala y el ala, en los talleres de Mamé de la Vega, por Mari Toñi Contreras Montenegro y Chari Vega Cabrera. El sombrero ha sido donado por Eva María Rodríguez Mariano, Juan Carlos Garrido infante, José Manuel Mondaca Naranjo y Olga Merino Raposo.