Domingo XIII Tiempo Ordinario – C

Publicado:
24 junio, 2022
Imagen: El segador. Vicent Van Gogh (1889). Galería de Arte del Memorial, Rochester (Nueva York)

«Seguir al maestro» (Lc 9, 51-62)

Cuando llegó el momento oportuno, Jesús tomó la determinación de ir a Jerusalén para predicar en el corazón de Israel –en el templo– la Buena Noticia del Reino, a pesar del peligro que ello suponía. Los samaritanos –debido al enfrentamiento religioso entre este pueblo y el judío– se niegan a darle hospitalidad y a los discípulos les salta la vena justiciera. Pero Jesús corta en seco: no ha venido a dar muerte sino vida. Tal vez ésta sea la primera característica de un verdadero discípulo del Nazareno: dejar de lado la autosuficiencia, la ira y la venganza y asumir la humildad, la paz y el perdón.

Luego están quienes se ofrecen animosos a seguir a Jesús tal vez porque no se dan cuenta de lo que ello significa. Él les advierte que el seguimiento sólo es posible desde la renuncia más completa. Tampoco cabe posponer la respuesta cuando él llama o andar con nostalgias por lo que se deja atrás. Todo se reduce a una cosa: la libertad interior. Quien tiene el corazón apegado a sus posesiones, a sus tareas o a sus afectos no tiene la libertad necesaria para asumir el destino del Maestro.

La verdad es que choca bastante la radicalidad con que habla y, por ello, nos inclinamos a pensar que tal vez sólo se trate de una metáfora. Pero no hay nada que justifique una interpretación semejante. La llamada de Jesús es exigente y no se anda con medias tintas ni componendas. El texto evangélico no es ambiguo. El problema es nuestro porque vivimos en un tiempo que ha hecho de la provisionalidad uno de los rasgos más sobresalientes de nuestro modo de vivir, como puede verse en hechos como estos: se ha perdido la estabilidad laboral; los políticos están satisfechos si consiguen terminar la legislatura; aumentan las rupturas matrimoniales y crece el número de parejas de hecho; en algún país se ha planteado el matrimonio temporal… A todo le añadimos un «por ahora». Es como si la vida fuera un asunto de usar y tirar.

Hay quienes defienden este modo de vivir y de entender la vida. Pero olvidan algo: que la provisionalidad genera inseguridad; la inseguridad, angustia; y la angustia es uno de los sentimientos que más desequilibra la mente y el espíritu. La cultura de lo provisional conduce a una sociedad física, psíquica y espiritualmente enferma. Los profetas que predican el rechazo al compromiso por considerarlo inhumano, anacrónico o utópico deberían preguntarse a quién sirven realmente.

Considero que hoy más que nunca las exigencias de Jesús están vigentes y conservan toda su frescura como un camino de humanización. Ser fiel a la palabra dada, perseverar en la decisión tomada, seguir a pesar de las dificultades, tener el valor de decidir y comprometerse no son cosas que atenten contra la dignidad de lo humano. Muy al contrario: son rasgos que engrandecen a quienes tienen el coraje de vivir según ellos.

Francisco Echevarría Serrano,
Ldo. en Sagradas Escrituras y vicario parroquial de Punta Umbría

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