«A la sombra de la encina; a los pies del Señor» (Lc 10, 38-42)
El decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario del ciclo C narra el encuentro de Jesús con dos mujeres: Marta y María (Lc 10,38-42). No cabe duda de que en el evangelio de Lucas las mujeres ocupan un lugar importante, por eso es necesario acercarse a estas figuras femeninas, con sus voces y silencios, para contemplar con una luz nueva algunas cuestiones antiguas. No obstante, no se puede olvidar que el verdadero objetivo de los evangelistas es presentar a sus lectores la vida, las palabras y la misión de Jesús ‒en realidad el proyecto de Dios‒ en relación con aquellas personas que, independientemente de su condición religiosa, sexual o marginalidad, se muestran como una oportunidad de escucha, encuentro y respuesta.
La primera lectura (Gén 18,1-10a) muestra la importancia de la hospitalidad. La amabilidad y la atención a la hora de recibir a una persona, acogiendo a los visitantes o extranjeros en casa o en la propia tierra, indica la apertura al prójimo, al otro y a los otros. En el caso de Abrahán, gracias a la hospitalidad, gracias a conservar el amor fraterno (cf. Hb 13,1-2), pasó de acoger al otro a recibir al Otro; de abrir las puertas de su tienda a entregar el corazón al proyecto de Dios.
El encuentro de Jesús con Marta y María no pone el centro en escuchar a Jesús, sino en la escucha de su palabra: «sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra». Esta sutil diferencia invita al lector a reconocer que, a pesar de que no es posible acoger en sentido literal a Jesús bajo nuestro techo, se puede tener la misma experiencia de María, incluso muchos años después de la muerte y resurrección de Jesús, escuchando su palabra.
La experiencia de Marta, por otra parte, pone de manifiesto los riesgos del «hacer», que se aleja de la reflexión, de la profundidad de las cosas. Del mismo modo, la «escucha» puede ser ahogada por las espinas de las preocupaciones y las astillas del activismo. Tanto en un caso como en otro, la parte del bien y la parte de la felicidad se dan la mano en el relato de Lucas, ya que inmediatamente después de las acciones del buen samaritano (Lc 10,25-37) se presenta la escucha de María (Lc 10,38-42). El samaritano hace todo lo que puede, realizando siete acciones que indican la totalidad, mientras que María a los pies del Señor escoge la mejor parte. En palabras de Qohélet, «todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo» (Ecl 3,1). Así, San Lucas alterna acciones y escucha; actividad y descanso; vida exterior y vida interior. Son las dos manos del mismo cuerpo, necesarias para prolongar el abrazo del Padre a todos los hombres.
La importancia de las figuras femeninas en el relato del evangelio de este domingo hacen necesario recordar las palabras del papa Francisco, refiriéndose a la situación eclesial de la mujer: «sufro, y os digo la verdad, cuando veo que hacen cosas de servidumbre y no de servicio». ¿En qué medida Jesús trata a las mujeres como verdaderas discípulas o simplemente como una especie de servidumbre sin capacidad de decisión? ¿En qué medida somos conscientes de la importancia de escuchar las diferentes voces dentro de la Iglesia? La escucha, el seguimiento y el servicio a Jesús va más allá del sexo, la raza, la lengua o nación.
En definitiva, las lecturas de este domingo alternan las acciones y los silencios; la acogida y la escucha; el diálogo y la conversación. La vida del creyente ‒como la de Abrahán y la de María‒ busca la sombra de la encina y reposa a los pies del Señor.
Isaac Moreno Sanz,
Dr. en Teología Bíblica y rector del Seminario Diocesano