Alegrémonos. El 24 de septiembre, día de La Merced, es su fiesta. Es la fiesta de los muchas veces olvidados que se encuentran en ese mundo desconocido y apartado; es su día de gozo y esperanza sabiendo cómo María de la Merced intercede por ellos, por los privados de libertad. Por eso la Pastoral Penitenciaria también se alegra con ellos. La Virgen de la Merced es igualmente la patrona de la Pastoral Penitenciaria. Es nuestra guía y camino hacia su Hijo.
Este día los presos posiblemente se sientan más libres que nunca. Y es que es un día gozoso en el que se ve reflejada esa labor encomendada a la Pastoral. Hay tres acciones propias de dicha pastoral: llevar a los hombres y mujeres privados de libertad la paz y la serenidad de Cristo Resucitado, ofrecer a quien delinque un camino de rehabilitación y reinserción positivo en la sociedad, y hacer todo lo posible por prevenir la delincuencia. Y es claro que no vamos a la cárcel a hacer proselitismo, a crear adeptos. Somos enviados como testigos del Amor de Dios en situaciones extremas. Queremos ser puente entre la prisión y la sociedad. Y ser puente es esperanza, es futuro, es ilusión. Y también queremos que la Iglesia no deje de ser cercana.
Y con la alegría propia de una fiesta le proponemos a los creyentes y a la sociedad que no se trata de lástima. Como dice el Papa Francisco: “Hay que acogerlos e integrarlos para que tengan una vida”. Somos la vida que ellos pretenden tras la reinserción. Y también con el bullicio de la fiesta, queremos hacer despertar las conciencias desconocedoras de tantos cristianos que hay en ese mundo invisible, de hermanos nuestros necesitados de una palabra, de una oportunidad. Queremos ser ojos abiertos para que la Iglesia conozca la auténtica realidad de la cárcel. Y reconocer y aceptar que la dignidad del preso es siempre mayor que la culpa. A mirarlos con ojos abiertos para valorar a la persona como es, sin prejuicios ni valoraciones previas.
Que este día, y con la protección amorosa de nuestra patrona, Nuestra Señora de la Merced, los voluntarios seamos conscientes de que llevamos a la cárcel la riqueza de la Fe . Y que todos pongamos lo mejor de nosotros mismos para que “el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza”.
Antonio Sánchez,
director del Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciaria