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Domingo XXXIII Tiempo Ordinario – C

Publicado:
9 noviembre, 2022
Imagen: "La Profecía", 1770. José del Castillo. Museo Nacional del Prado, Madrid.

“Yo os daré palabras y sabiduría” (Lc 21,5-19)

Nos acercamos al final del año litúrgico y el tema de las lecturas de este domingo es también sobre el “fin de los tiempos”, el “fin del mundo”. De hecho, en el Evangelio hay numerosos pasajes que se refieren a este tema, los famosos textos “apocalípticos”.

Nos presenta este Evangelio un fragmento del discurso escatológico que Jesús pronuncia en las puertas del templo de Jerusalén. La palabra “escatológico” indica que nos invita a mirar el futuro más lejano, el futuro del fin de los tiempos. Después, Jesús indicará su camino hacia la pasión.

El Evangelio empieza cuando algunos de los presentes comentan a Jesús las maravillas y el esplendor del segundo templo de Jerusalén que aún se estaba construyendo; la grandeza del templo de Jerusalén, que era el lugar de presencia y de encuentro de los fieles con Dios. Jesús dará una sentencia sorprendente: “Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra”. De este modo, Jesús muestra la caducidad de toda la grandeza aparente; aunque sea el orgullo de todo un pueblo.

El templo de Jerusalén, que cuando se escribe el Evangelio de Lucas ya ha sido destruido, ha sido sustituido por un nuevo templo ahora incorruptible, que es el cuerpo de Jesús resucitado; a partir de ahora éste será el lugar de presencia y de encuentro con Dios. Así, se hacen realidad todas las promesas, expresadas por los profetas, en la confianza del Dios de la Alianza, que es salvador.

Es lógico que algunos de los primeros cristianos pensaran que el fin de los tiempos y la gloriosa venida de Cristo no tardarían en llegar; San Pablo intentará esclarecer este malentendido que había llevado a algunos miembros de la comunidad de Tesalónica a no trabajar y a tener una actitud de espera pasiva. Además, los primeros cristianos ya han sufrido el conflicto y la persecución, su actividad misionera ha provocado el rechazo y la oposición de los que los veían como una amenaza.

Jesús en el discurso plantea unas actitudes: el discernimiento ante los falsos profetas y salvadores: “Mirad que nadie os engañe”; ver las persecuciones como una ocasión para dar testimonio; y confiar en la asistencia de Cristo en esta situación: “yo os daré palabras y sabiduría”. Finalmente, Jesús les invita a confiar en la promesa de alcanzar la vida eterna.

Hoy, nosotros también debemos saber dar testimonio de Cristo en nuestro mundo. Este domingo celebramos la “VI Jornada Mundial de los Pobres” con el lema: “Jesucristo se hizo pobre por vosotros (2Co 8,9)”; en el mensaje de este año el Papa Francisco nos dice que esta Jornada se presenta como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas. Y el Papa se pregunta: “¿Cómo dar una respuesta adecuada que lleve alivio y paz a tantas personas, dejadas a merced de la incertidumbre y la precariedad?”. Para dar respuesta tenemos la solidaridad que consiste en compartir lo poco que tenemos con aquellos que no tienen nada; por ese motivo, hay que crecer en el sentido de comunidad y comunión como estilo de vida.

El Papa también recuerda que hay que ir más allá del comportamiento asistencialista hacia los pobres y que se traduce en políticas que cronifican la pobreza y la dependencia de estos en su situación. Esta es la pobreza que mata, la de la injusta redistribución de los recursos. Como contraste tenemos la pobreza que enriquece; es la que nos ofrece Jesús que libera y nos hace felices. Esta es la paradoja de la vida de la fe: la pobreza de Cristo nos hace ricos. La riqueza de Jesús es su amor, que no se cierra a nadie y va al encuentro de todos, especialmente de los que son marginados y privados de lo necesario.

Así, esta Jornada supone una oportunidad de gracia, para hacer un examen de conciencia personal y comunitario, y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida.

José Antonio Sosa Sosa
Sacerdote diocesano y delegado diocesano para la Pastoral Social y Promoción Humana.

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