Domingo de Pascua – Ciclo A

Publicado:
5 abril, 2023
Jesús ha resucitado, el nos precede.

¡ALELUYA! ¡EL SEÑOR HA RESUCITADO! Jn 20,1-9

Es domingo de Pascua de Resurrección, Cristo ha resucitado, ¡aleluya, aleluya! Hoy es el día en que todo cobra sentido: ¡Jesús vive!, y el Evangelio nos lo expresa a través de varios elementos. Por un lado, la oscuridad y el sepulcro vacío, el sentimiento de incomprensión y de asombro. Por otro, los lienzos y el sudario que amortajaron el cuerpo del Hijo de Dios. Estas vendas ya no cubren el cuerpo muerto del Señor, sino que ahora hablan de vida, libertad y amor.

Estamos de gozo porque el Señor ha resucitado, ha dado muerte a nuestros pecados, a nuestras miserias. Somos testigos del paso de la oscuridad y del silencio a la vida, a la luz y a la alegría de la Resurrección.

 ¡Jesús ha vencido a la muerte! ¡Ha vencido a nuestra muerte!

En muchas ocasiones, no creemos algo hasta que lo contemplamos con nuestros propios ojos. Cuando hablamos de la resurrección de Cristo, no se trata de eso. Quizás sea mucho más sencillo a como se planteó la situación para María Magdalena en aquel instante. La resurrección es el centro de la fe cristiana y, también, debe ser el centro de nuestra vida personal en la búsqueda de la santidad. 

Descubrir el sepulcro vacío tan solo fue oscuridad durante los instantes que tardaron en comprender que Jesús cumplió su promesa. Creer en la resurrección de Cristo -como lo hicieron María Magdalena y los dos discípulos- debe marcar nuestro día a día, nuestros actos y nuestra manera de ver lo cotidiano. Y es que, reflexionar sobre el sepulcro vacío nos hace recordar que Jesucristo no estaba allí porque está presente en cada momento, con nosotros. ¿Imaginas cómo fue para ellos encontrar el sepulcro sin el cuerpo de Jesús?

Jesús confía en el plan de Dios Padre, se entrega por todos y cada uno de nosotros, sufre en su propio cuerpo el dolor de nuestros pecados, pero vence a todo ello. Tenemos en Él el mejor ejemplo de abandono, de confianza plena en Dios. Por eso, no podemos quedarnos en la tristeza e incomprensión de nuestros sepulcros vacíos, sino en la alegría de sentirnos hijos del Dios de la vida, Dios del amor. 

Que la verdad de su Resurrección nos motive a vivir como cristianos que contagien una felicidad desbordante, dando testimonio de su entrega. Dejemos que la dicha de ser testigos de la resurrección penetre hasta lo más hondo de nuestro corazón, y que esto nos sirva para encontrar la forma de llenar nuestro sepulcro vacío con su infinito amor. No se tratará de ver para creer, sino de creer en su resurrección para ver la gracia de Dios en nuestro día a día. Por ello, el Señor nos llama a levantarnos, a ponernos en camino y ser testigos de la inmensidad del amor que Dios nos tiene. Así, podremos dar testimonio de su victoria contra el mal, con la confianza de que «Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder» (1 Cor 6,14).

Equipo de Pastoral Juvenil de Huelva.

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