En la Santa Iglesia Catedral el obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, presidió la Vigilia Pascual en la Noche Santa de este 8 de abril acompañado por numerosos fieles que llenaron el templo.
La Vigilia Pascual se iniciaba con la liturgia de la luz, a las puertas de la Catedral, con la bendición del fuego y la bendición del cirio, bellamente embellecido y encendido del fuego nuevo para simbolizar la nube luminosa del Éxodo y el Cuerpo Glorioso de Cristo.
En este cirio que en esta noche representa al mismo Cristo, grabado el año 2023 entre el alfa y la omega, pues Cristo, que atraviesa todo el tiempo desde el principio hasta a su fin, vivo en nuestro presente para llenarlo de luz. Así fue experimentado en la procesión de entrada cuando la Luz de Cristo del Cirio Pascual inundó la oscuridad del templo, disipando las tinieblas del corazón y el espíritu, y abriéndonos al gran acontecimiento de la historia proclamado en el pregón pascual.
A continuación, fueron proclamadas las nueve lecturas que recorren la historia de la salvación, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo: la Creación, pasando por el sacrificio de Abrahán, el paso del Mar Rojo, la nueva Jerusalén, la salvación gratuita y universal, la fuente de la sabiduría, el corazón y el espíritu nuevos, el Bautismo como sacramento pascual donde se nos comunica la salvación obrada por Dios en Cristo y el Evangelio con el relato pascual, precedido del canto solemne del aleluya, por primera vez desde el inicio de la Cuaresma, que resonó con una especial belleza en las voces del Coro de la Catedral.
En su homilía, Mons. Santiago Gómez resaltó la relevancia de la luz a lo largo de la historia. “La luz terrena es uno de los símbolos primigenios de la humanidad: “La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo …Dijo Dios: “Exista la luz”. Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena.” (Gén 1,2-3). La luz terrena es el reflejo más directo de la realidad divina. “Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna.” (1Jn 1,5).“
La liturgia de esta Vigilia Pascual presenta simbólicamente el contraste entre la noche y la luz:
“En la noche del Sábado Santo -continuaba el obispo- , día de la sepultura de Jesús, las tinieblas han presentado su realidad más tenebrosa: la muerte. Después de un proceso judicial, del cual ha resultado que la verdad y el amor son culpables, al que ha dicho: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12) le han empujado a la oscuridad del sepulcro. Pero la resurrección de Jesús acarrea el gran cambio: Esta es la noche en que rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino! (Pregón Pascual). La luz ha vencido, vive a partir de ahora inmortal y glorioso, “es Cristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano” (Pregón Pascual).”
Sin embargo, recordaba Mons. Santiago Gómez, “el drama aún no ha terminado. Aún falta el final. Tendrá lugar cuando el Señor vuelva, entonces “ya no habrá más noche… porque el Señor Dios los iluminará” (Ap 22, 5). Todavía es de noche, pero ya está encendida la luz de Cristo.”
Recordaba el obispo de Huelva que, en la actualidad, la simbología de la luz y las tinieblas se ve representada tal y como comenzó la celebración en esta noche del Sábado Santo. “En este gran drama entre la oscuridad y la luz transcurre la historia de los hombres y nuestra propia vida. El templo a oscuras, tal como hemos empezado la celebración, cuando no se ve nada y se tropieza y se choca con los demás, ¿no es una imagen de nuestro mundo? A pesar de todos los conocimientos científicos y de todos los adelantos sociales sigue reinando una gran oscuridad. Los hombres sabemos mucho y, sin embargo, seguimos chocando unos con otros en esta noche universal, que con tanta frecuencia no solo oculta a Dios, sino también al más próximo, el prójimo.”
“En medio de la noche hemos encendido el Cirio Pascual, porque Dios ya ha encendido su Luz: “buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado! (Mt 28, 6). De verdad, podemos aclamar: Luz de Cristo. Demos gracias a Dios. Con esta luz podemos encontrar el camino y la orientación de nuestra vida, y nos ayuda a conocer al otro y a nosotros mismos”, señalaba.
“Con esta Vigilia Pascual -continuaba Mons. Santiago Gómez- estamos celebrando con el símbolo elocuente de la luz que disipa las tinieblas la Resurrección. También, el hecho de estar en vela durante estas horas de la noche nos recuerda debemos vivirla como preparación del regreso glorioso del Señor, “tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo” (Mt 25,1). Sí, vivamos esta noche con nuestras lámparas encendidas, como anticipación del banquete de bodas, con la alegría que debe invadirnos en esta noche santa.”
Concluía el obispo de Huelva preguntándose si “¿tendrá mi lámpara aceite para, cuando llegue el esposo, salir a su encuentro? Pensemos que el mundo puede estar a oscuras, pero una sola vela basta para iluminar la más profunda oscuridad. Y Dios me ha dado en el bautismo una vela y el fuego del Espíritu. En vez de lamentarnos de la noche de nuestros tiempos, vamos a encender la lucecita que Dios nos ha concedido con mi trabajo, paciencia, confianza y amor. Así podremos exclamar con verdad: Luz de Cristo. Demos gracias a Dios“, dando paso a la tercera parte de la Vigilia Pascual, la liturgia bautismal.
Este tercer momento se iniciaba con las letanías de los santos, que daba paso a la bendición del agua, un bellísimo resumen de la teología bautismal, y la renovación de las promesas bautismales, centro de nuestra vida cristiana. Finalmente, la celebración culminó con la liturgia Eucarística, elemento central de esta Vigilia y máxima expresión del Misterio Pascual, pues en ella se renueva la Muerte y Resurrección de Jesucristo.