El arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María, desposada con José, en Nazaret que “concebirás en tu seno, y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús” (Lc. 1, 26-38). La Encarnación de Cristo se fija el 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad. En la escena son coprotagonistas el ángel, María y el Paráclito, en forma de paloma, que desciende del cielo e incide sobre la cabeza de la Virgen.
De hacia 1560 es la Anunciación del retablo de la Virgen de la Luz, en la parroquial de Lucena del Puerto. Se trata del antiguo retablo mayor de la referida iglesia parroquial de San Vicente Mártir de dicha localidad onubense. Está compuesto de dos cuerpos superpuestos, divididos en tres calles, y ático. Su arquitectura utiliza columnas estriadas, decoradas en su tercio inferior con putti, y capiteles corintios; los entablamentos alternan querubines y cartelas, al gusto de Bautista Vázquez el Viejo y su entorno. El total resultante combina armoniosamente la línea recta y la curva1.
La Anunciación que nos ocupa, óleo sobre tabla, queda inscrita en el tondo que centra el ático del retablo. La arquitectura palatina del fondo, propia del gusto renacentista, prefiere un pórtico o logia abierta al interior de un aposento. En esta ocasión, está esbozada por el podio corrido y las basas de dos columnas monumentales. Las figuras, pues, captan toda la atención del espectador. El arcángel, de vaporosa indumentaria, como mensajero de Dios, porta el cetro con una filacteria desenrollada en forma de “ese”, con la preceptiva inscripción latina: “AVE MARIA, GRATIA PLENA…” (Lc. 1, 28). Su cuerpo ingrávido se adapta a la forma circular del soporte. Adelanta sus finos y estudiados pies, acerca el rostro e inclina el cuerpo en pose grácil y respetuosa2.
María, en actitud orante, es la estampa de la humildad misma. Se arrodilla ante un bufete con el libro abierto. Según San Bernardo, está leyendo la profecía de Isaías: “La doncella encinta dará a luz un hijo” (Is. 7, 14). Viste túnica jacinto tornasolada, manto azul y plegada toca blanca.
Su indumentaria, por tanto, es marcadamente concepcionista. Su cabeza al igual que la de San Gabriel, queda nimbada por una escueta aureola. Y la paloma del Espíritu Santo, una vez más, preside desde lo alto. La angustia espacial y la morbidez de los rostros, al gusto de Villegas, son dos características fundamentales de esta pintura manierista.
Fue restaurado en 2003 por Pedro Jiménez Pintado y Mireya Albert Astolfi, gracias al convenio firmado entre la Diócesis y Parroquia de San Vicente, la Delegación de Cultura y el Ayuntamiento de Lucena.
Juan Miguel González Gómez