Jn 1, 6-8. 19-28. En medio de vosotros hay uno que no conocéis.
«Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador». De este cántico que entonó la Virgen María al encontrarse con su prima Isabel desbordando de alegría por conocer que el Mesías estaba en su vientre para nacer nos queremos contagiar en este Domingo de Gaudete.
En este tercer domingo del tiempo de Adviento nos adentramos en el testimonio de Juan el Bautista. Este pasaje del Evangelio según San Juan nos revela la humildad y la entrega de Juan, un hombre enviado por Dios para preparar el camino del Señor.
Juan estaba bautizando al este del río Jordán, en aquel lugar conocido como Betania, cuando nos da una gran lección de sencillez y modestia: Juan no se atribuye a sí mismo la luz, sino que reconoce ser un simple testigo de la luz que es Jesucristo. Cuando los enviados judíos le preguntan sobre su identidad, Juan responde con claridad y humildad: “Yo no soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta”. Su misión es clara: preparar el camino para el que viene después de él. Juan no quiere destacar entre los demás, es un simple hombre que nos enseña en este pasaje a aprender a ser llanos como él, reconociendo nuestra posición entre el resto de forma igualitaria, sin destacar nuestros orgullos, más solo Dios -que es la Luz del mundo- es digno para destacar y ser el foco de todas las miradas.
Cuánto tenemos que aprender de Juan el Bautista, que no cree ser imprescindible en esta historia, ni tan siquiera importante, sino que sabe dar paso al que realmente es protagonista de esta historia y que estaba por llegar. Cuánto tendríamos que aprender también de él por estar abierto a la novedad del Señor sin complejos, sin dudarlo, sabiendo que sólo bautizaba para purificar los cuerpos que luego serían
renovados y transformados interiormente por el Espíritu de Dios.
Esta lección también nos hace reconocer que en medio de nosotros está Él, al que «no somos dignos de desatar la correa de las sandalias». En estos días que restan del tiempo de Adviento, seamos testigos humildes de la luz de Cristo; preparemos nuestros corazones y hagamos transitable el camino para la llegada del Mesías.
«Estad siempre alegres en el Señor» (Flp 4, 4) decía el apóstol Pablo. En este Domingo de la Alegría, hagamos contagiosa esa felicidad por la llegada de Dios hecho hombre, haciendo eco de las palabras de San Juan Bautista para llamar a todos a acoger al Señor que vendrá el día de Navidad.
Freddy Enrique Uzcátegui Rodríguez,
Delegado Diocesano para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado.