El aula magna del Seminario Diocesano acogía esta jornada dentro del plan de formación y concienciación del Centro de Escucha San Camilo de Huelva, perteneciente a ADUPE (Asociación para el Acompañamiento en el Duelo y la Pérdida) e inscrito dentro del secretariado diocesano de Pastoral de la Salud.
Participantes venidos desde distintos ámbitos profesionales, pastorales, sociales, de voluntariado, padres y madres, etc. se dieron cita en esta acción formativa para compartir una misma preocupación: nuestros adolescentes y jóvenes, de forma especial, aquellos que atraviesan un proceso de duelo o han sufrido una pérdida significativa. Entre los participantes, cerca de 50 se hicieron presentes a través de la plataforma zoom, no solo de nuestra diócesis sino también compañeros de la red de Centros de Escucha de Palencia, Pontevedra, La Palma de Gran Canaria, Badajoz, Argentina, Zaragoza, Aluche (Madrid), Barcelona, etc., así como otras entidades como la Pastoral de la Salud de la diócesis de Málaga.
¿Puede una pérdida derivar en una ideación suicida o en un suicidio? ¿Cómo detectarlo? ¿Qué hacer? Esas fueron las preguntas que desentrañó la ponente, la dra. Consuelo Santamaría, que es experta en la materia y profesora del Centro de Humanización de la Salud de Tres Cantos (Madrid) y que en un primer momento abordó el duelo y sus características en los jóvenes y adolescentes para, tras un breve descanso, continuar explicando cómo los duelos complicados pueden generar una ideación suicida que derive en una planificación y consumación suicida, cómo detectar las señales y cómo acompañar e intervenir en estos casos.
Es esta una preocupación común y creciente –basta ver los datos estadísticos en los que el suicidio sigue siendo en España la primera causa de muerte externa, con el mayor incremento de muertes por suicidio o lesiones autoinfringidas de la última década entre los 15 y los 19 años (INE)–. Ante estos datos que sin duda generan alarma social, el Centro de Escucha San Camilo invita a tener una mirada humana y humanizadora, ir más allá para contemplar, en definitiva, el sufrimiento de la persona, de cada persona. Una preocupación que sea ocupación compartida: dar una respuesta adecuada ante el dolor humano, una respuesta de esperanza.