La Real Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Emigrantes de Huelva ha vivido una experiencia histórica con su peregrinación a Roma en el marco del Año Jubilar.
La peregrinación comenzó en la madrugada del pasado domingo, 29 de enero. A su llegada a la Casa de San Juan de Ávila del Colegio Español en Roma, los peregrinos se prepararon espiritualmente con la exposición del Santísimo Sacramento, confesiones y la celebración de la Santa Misa presidida por el director espiritual de la hermandad, D. Jaime Jesús Cano Gamero, y concelebrada por D. Ignacio Vírseda Chaves, hermano de la Hermandad.
Uno de los momentos más emotivos tuvo lugar el lunes, cuando el simpecado y sus devotos cruzaron la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano. La Santa Misa se celebró en el altar de San Sebastián, junto a la tumba de San Juan Pablo II, y concluyó con la Salve Rociera y los tradicionales vivas a la Virgen del Rocío. Ese mismo día, la Hermandad rezó el Rosario en la Capilla de la Virgen “Salus Populi Romani” en la Basílica de Santa María la Mayor.
El miércoles, en la esperada audiencia con el Santo Padre, el simpecado de Emigrantes ocupó un lugar destacado en el Aula Pablo VI. Durante la catequesis, el Papa Francisco reflexionó sobre la figura de San José, destacando su fe y obediencia a la voluntad de Dios. Al final de la audiencia, el Santo Padre se acercó al simpecado y lo bendijo, imponiendo una cinta con su nombre. El presidente José Francisco Garrido y la Hermana Mayor de la Hermandad, María José Muiño, le colocaron la medalla de la Hermandad, un gesto que el Pontífice recibió con gratitud.
Entre los obsequios entregados al Papa, destacó un solideo blanco que el Santo Padre se colocó brevemente antes de devolverlo a la Hermandad. El encuentro culminó con la interpretación de sevillanas por parte del coro de la Hermandad, dirigido por David Carrasco, y los tradicionales vivas a la Virgen del Rocío, entre los que se proclamó: “¡Viva el Papa rociero!” y “¡Viva los peregrinos de la Esperanza!”.
Este acontecimiento marca un hito en la historia de la Hermandad de Emigrantes, fortaleciendo su compromiso de fe y devoción a la Virgen del Rocío en el contexto universal de la Iglesia.
