“Cuando venga el Espíritu de la verdad,
os conducirá hasta la verdad plena”
Nos conducirá a gustar en el corazón la verdad más consoladora: saber que el Dios de todos los tiempos –Padre, Hijo y Espíritu- ha puesto su morada en nosotros; y saber también que nosotros, de Él venimos, en Él estamos y a Él vamos.
El misterio insondable de la Santísima Trinidad se nos hace cercano cuando intuimos hasta qué punto es familia nuestra. El día que nos creó a su imagen y semejanza nos dio ese “parecido” que recibimos de los padres. La creatividad con la que actuamos, la capacidad de entrega, la plenitud por el amor, es su reflejo en nosotros.
Aunque andemos por caminos torcidos, aunque hayamos huido de la casa del Padre, aunque prisioneros y torpes, nadie ni nada puede borrar la “imagen” que nos constituye. Somos familia de Dios llamada a vivir la comunión más gozosa. Por eso, la Trinidad y nosotros “nos ayudamos” a traer a la casa del Padre a los hijos que están lejos de la familia.
Hoy también hacemos memoria especial de ese grupo inmenso de hombres y mujeres que han consagrado sus vidas a ser continuos adoradores de la Trinidad. Unos buscan Su rostro desde una vida contemplativa que alegra el corazón de la Iglesia; otros encuentran el rostro de Cristo en todo el que sufre y, en nombre de la Iglesia, les tienden las manos. Todos consagrados en servicio del Reino, todos llevados por el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu.
Este día tiene una fuerza, más que ningún otro día, que nos invita a cerrar los ojos y buscar allá dentro, en el fondo del alma, al que nos recrea y enamora, al que tiene el murmullo de la brisa y de la fuente que siempre corre. El que despierta nuestra sed, nos da oídos de discípulo y nos hace adoradores en espíritu y verdad.
Hna. Mercedes Gómez Gil
CONFER – Huelva