El Evangelio de hoy nos sitúa en una escena íntima y poderosa: los discípulos, encerrados por miedo, reciben la visita del Resucitado. Jesús irrumpe en medio del encierro no con reproches, sino con un saludo que calma el alma: «Paz a vosotros». Es la paz que brota de su victoria sobre la muerte, una paz que transforma el temor en alegría.
Pero este encuentro no es solo consuelo; es envío. Jesús les comunica el mismo Espíritu que lo movió durante su vida y misión. Sopló sobre ellos, gesto de nueva creación, y les confía el poder del perdón. Así nace la Iglesia, enviada al mundo como portadora de reconciliación y esperanza.
Hoy, también nosotros, a veces encerrados en nuestros miedos y dudas, recibimos esta misma invitación: acoger la paz de Cristo, dejarnos renovar por su Espíritu y salir al encuentro del mundo con palabras y gestos de perdón, de vida nueva. Que esta solemnidad de Pentecostés nos anime a vivir como discípulos valientes, en comunión, y siempre enviados.
Delegación Diocesana de Evangelización, Catequesis y Catecumenado