HA MUERTO BENEDICTO XVI, EL HUMILDE TRABAJADOR EN LA VIÑA DEL SEÑOR
(31/12/22)
En el día en que fenece el año 2022, en sábado consagrado a María, ha entregado su alma a Dios el Papa Emérito Benedicto XVI, aquel “humilde trabajador en la Viña del Señor” que con estas palabras iniciaba su pontificado (2005-2013) tras la muerte del gran San Juan Pablo II. Ha muerto el “Papa teólogo”, el “Papa intelectual” que consagró su vida entera a la Iglesia, poniendo los dones de su inteligencia al servicio de los miembros del Cuerpo místico de Cristo.
Joseph Ratzinger había nacido en Marklt (Alemania), el 16 de abril de 1927. Creció en una familia católica típicamente bávara, en la que sintió su llamada a seguir al Señor en el sacerdocio, siendo ordenado presbítero el 29 de junio de 1951 por el cardenal Michael von Faulhaber. Estudió teología y filosofía en la Academia de Frisinga y en la Universidad de Munich, teniendo las influencias filosóficas de las obras de autores como Wiechert, Heidegger y Jaspers entre otros. La obra literaria de Dostoyevski y los textos patrísticos de San Agustín, o la obra teológica de San Buenaventura fueron también fundamentales en su labor intelectual. De gran importancia en la vida de la Iglesia es su participación como teólogo del cardenal Frings en el Concilio Vaticano II. De hecho, no se concibe este Concilio sin su contribución.
Su trayectoria académica la comenzó en el Seminario de Frisinga. Obtuvo el doctorado con una obra sobre San Buenaventura. Enseñó en las universidades de Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona. San Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Frisinga, siendo consagrado como tal el 24 de marzo de 1977. El mismo papa lo eligió como cardenal el 27 de junio del mismo año. El 25 de noviembre de 1981, San Juan Pablo II lo hizo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al frente de la cual realizó una importante labor eclesial, marcando con su importa el pontificado del Papa Wojtyla.
Fue elegido Sumo Pontífice el 19 de abril de 2005. Él había escogido como lema lo que había sido norma y signo de toda su vida intelectual. Como él mismo explicara: «Como lema episcopal escogí dos palabras de la tercera epístola de San Juan: «cooperador de la verdad», ante todo, porque me parecía que podía representar bien la continuidad entre mi tarea anterior y el nuevo cargo; porque, con todas las diferencias que se quieran, se trataba y se trata siempre de lo mismo: seguir la verdad y ponerse a su servicio». De hecho, el Papa Ratzinger planteó su pontificado como la defensa de la fe de los humildes frente a la altivez de una teología desencarnada.
Los documentos de su pontificado dan fe de su trabajo como “humilde trabajador en la Viña del Señor”, sus encíclicas: “Deus caritas est”, “Spe salvi”, y “Caritas in veritate” sintetizan el interés pastoral de Benedicto XVI. Durante su pontificado hizo veinticuatro viajes apostólicos, entre ellos tres a España. Creó un total de noventa cardenales y canonizó a cuarenta y cinco beatos. Siguió con el diálogo con los hermanos separados y con las religiones no cristianas que había comenzado el papa San Juan XXIII.
El 11 de febrero de 2013 anunció su renuncia a la Sede petrina con estas palabras: “He llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan por más tiempo al ejercicio del ministerio petrino. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro”. El Papa Ratzinger ponía fin así a su fecundo pontificado, un pontificado que no había tenido otro programa que el que había manifestado el 24 de abril de 2005: “Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él”.
Hoy, el humilde trabajador en la Viña del Señor, que hizo obispo de Huelva a Monseñor José Vilaplana Blasco, o que eligió para el episcopado a nuestro actual obispo Monseñor Santiago Gómez Sierra, ha subido hasta el monte de la Jerusalén celeste, ha vuelto a la Casa del Padre, de la mano de María Santísima. Descase en paz el siervo bueno y fiel.