Llegar al desierto para hacer toda una vida. Mt 4, 1-11.
Hemos llegado a otra Cuaresma, otro período de tiempo que tenemos por delante para celebrar la gran fiesta que nos une, que nos hace entrar en la esencia de lo que somos. De todos es sabido que es un tiempo de oración, de ayuno y de limosna. Algo que nos proponemos personalmente y como comunidad cristiana. Mirar al interior y a todo lo que nos rodea para saber hacer un discernimiento de cómo va nuestra vida. Presentarnos ante la Semana Santa con ánimo de seguir celebrando la vida resucitada. Un camino de silencio, de vida, pero un camino a seguir.
El Evangelio nos invita a presentamos ante una realidad que nos ocurre a todos en nuestra vida cotidiana: entrar en el Desierto y ser tentados. ¿Cómo presentarnos ante esto? ¿Puedo hablar de una vida de fe sin tentaciones? Entrar en mi interior para vislumbrar bien si la luz que debe haber dentro sale hacia fuera, si soy lo suficientemente transparente para que la Luz de Dios refleje o descubrir si existe una oscuridad que hace que lo de Dios no salga al exterior con la nitidez que tiene que hacerse y cuál es la causa. Entrar y hacerme consciente de la causa es mi obligación, ahí puede estar mi tentación.
A veces las tentaciones se manifiestan con cara de bien: “Si eres Hijo de Dios…haz que las piedras se conviertan en pan”. El demonio conoce bien quién es, sabe quiénes, sabe que Jesús viene a cambiar cosas en el mundo y sabe que somos sensibles a las necesidades más básicas… ¡cómo puede rechazar el Hijo de Dios algo así! ¿No forma parte del plan de Dios que nadie pase necesidad? Dios, pone al ser humano en el paraíso con todo lo necesario para que se desarrolle, no quiere que le falte nada a ninguno de sus hijos, ¿va a rechazar su Hijo esta ocasión tan buena que se le ofrece? Una buena tentación. Pero Jesús responde.
Necesitamos discernir, necesitamos oración, necesitamos volver a Dios más para no caer en las tentaciones, incluso en aquellas que se nos presentan en forma de bien. Necesitamos discernir personal y comunitariamente.
Este Evangelio nos da pistas sobre el poder, el prestigio y hacer la vida por mi cuenta. Tres cosas con las que tenemos que luchar, tres oscuridades que nos apartan de ser reflejo de la Luz de Dios. Brillar con luz propia es fácil, nos gusta a todos, pero no es el camino. Entrar en el desierto donde sólo estamos nosotros, mirar dónde tengo esas tentaciones que me apartan de la LUZ verdadera es el camino, lleva a la meta.
La astucia del tentador está en usar nuestras propias defensas y volverlas contra nosotros. Si es capaz de tentar al mismo Hijo de Dios con sus propias armas, con la Palabra misma de Dios ¿qué no hará con nosotros? Estar atentos y estar en guardia es nuestra tarea.
¡Feliz cuaresma, feliz camino a la Resurrección!
María Jesús Arija García, profesora de religión y licenciada en teología.