Las lecturas dominicales de la Cuaresma constituyen un programa catequético para que los creyentes podamos revisar nuestra fe y nuestra vida. Toda la actividad cuaresmal está orientada a la Pascua como la gran meta para la vida litúrgica de los cristianos. Cada uno de los textos que se proclamarán en los próximos domingos, nos preparan para vivir con pleno sentido el Misterio Pascual de Cristo y la renovación de nuestra fe bautismal en la noche santa de la Pascua.
Las lecturas de este primer domingo de Cuaresma nos presentan la realidad del pecado, su existencia y su acción-repercusión en nuestras vidas; y la respuesta misericordiosa de Dios. Como ejemplo de esto, recodemos la historia de Noé. A pesar de la depravación del hombre en tiempos de Noé, Dios no lo elimina de la faz de la tierra, sino que le concede una nueva oportunidad.
Cada año la Iglesia nos propone para este primer domingo de Cuaresma el relato de las tentaciones de Jesús. Este año leemos el fragmento de Marcos, que es muy breve. La clave que nos ofrece Marcos es la de presentar a Jesús en una encrucijada: elegir el camino del Padre o elegir el camino del Tentador. Jesús opta por la misión del Padre y proclama con ello la llegada de su reino. El anuncio de la llegada del Reino de Dios va acompañado por una invitación inexcusable: “Convertíos y creed en el evangelio”.
El texto del Evangelio se divide en dos escenas: las tentaciones de Jesús y el sumario inaugural de su actividad en Galilea. El Espíritu que ha descendido sobre él en el bautismo (Mc 1, 9-11) le impulsa hacia un espacio inhóspito. Antes de emprender su misión, es puesto a prueba para verificar si es capaz de obedecer a Dios en fidelidad a su llamada. En el desierto, es tentado por Satanás. Durante cuarenta días, vive en condiciones de gran austeridad, entre animales y servido por los ángeles. Podemos establecer una relación evocadora entre la tentación de la serpiente a Adán y la tentación de la serpiente al nuevo Adán, aquél salió derrotado, éste saldrá vencedor. El fracaso de Adán se convierte en victoria en Cristo. La armonía de Cristo con los animales, denota el inicio de un nuevo orden en la creación, que estaba distorsionado por la caída de Adán en los orígenes.
El triunfo de Cristo sobre las tentaciones y el Tentador, confirman su condición de Hijo de Dios. Todo pone de manifiesto que tiene el poder para ejercer su función y proclamar con una autoridad nueva e incuestionable la llegada de una realidad nueva. Jesús no es un profeta más, sino aquel en quién comienza a hacerse real el reinado de Dios. La llamada a la conversión es la clave fundamental de la Cuaresma, “se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”. El Reino de Dios llega como una realidad amorosa y transformadora del mundo, en un hoy que deviene permanentemente en la historia humana; este Reino sigue haciéndose presente en todos los que viven las actitudes que Jesús vive y propone en el Evangelio. Que la llamada a la conversión no caiga en saco roto y en cambio nos mueva a un acercamiento verdadero a Dios a través de Jesucristo.
Delegación diocesana para la Liturgia.