“Ser del Señor y actuar en consecuencia”
Cuan difícil se nos hace en nuestros días esta Palabra que hoy reflexionamos en este XXVI Domingo del tiempo ordinario. Y se nos hace difícil porque no hemos entendido al Señor de modo integral en su Mensaje de amor a toda la Humanidad. En otros muchos pasajes de la Sagrada Escritura el Señor nos alienta a ser de y para todos, los que sabemos son miembros de nuestra fe y nuestra Iglesia, y de los que no lo son, o al menos no sabemos a priori si lo son. Nos guardamos muchas veces las riquezas que el Señor nos ha regalado, por una falsa concepción del respeto humano, o a veces por no destacarnos como cristianos y amigos de Jesús, porque para alguno de nuestros intereses no es conveniente que se sepa. Sin embargo vemos muchas veces actitudes y formas de hablar y actuar en personas alejadas de la Iglesia y de la Fe, que nos admiran y nos ruborizan a sabiendas de que se nos conoce a nosotros como miembros de la Iglesia y no hemos sido capaces de dar un paso adelante en ciertas circunstancias y ocasiones en las que se espera de nosotros una respuesta desde la fe.
Dos son las cosas que hoy nos plantea la Palabra de Dios de este domingo. Por un lado la fidelidad al Espíritu que se nos ha regalado en el bautismo, que nos hace ser uno con Cristo, y que exige de nosotros un modo especial de ser y de actuar, y por otro lado la congruencia con lo que decimos creer. Ambas cosas son virtudes que hemos de cultivar y favorecer en nosotros si queremos ser auténticos agentes evangelizadores en un mundo oscuro y lleno de desesperanza que esta esperando de nosotros, cristianos militantes, una respuesta que de luz y Esperanza. El Papa Francisco en la Bula de convocación del Año Santo 2025, “Spes non confundit”, La Esperanza no defrauda, nos anima a aprovechar este Jubileo para hacernos creíbles para este mundo cargado de actitudes incongruentes y oscuras que hacen campar a sus anchas al mal.
Practiquemos pues lo que somos. Seamos congruentes con nuestra fe. Abramos nuestro ser al mundo que esta esperando nuestra respuesta en muchas de las oscuridades por las que estamos pasando. Quizá sea esa la piedra de toque que a este mundo le falta y que espera de nosotros los cristianos: Ser entes de Esperanza en un mundo desesperanzado. Al cuidado amoroso de María Santísima, Madre de la Santa Esperanza nos encomendamos para ello.
Manuel Diaz Muñoz,
Diácono Permanente,
Director del Secretariado de Pastoral de la Salud y
Diácono colaborador de las Parroquias de la
Sagrada Familia y la Beata Eusebia
Diócesis de Huelva.
