«La esperanza cristiana: de los detalles a la misión»
Cuando llega el final del año litúrgico las lecturas se caracterizan por un sabor apocalíptico. Sin embargo, el denominado género apocalíptico tiene en nuestra época únicamente un aspecto de deterioro, catástrofe, desastre y calamidad, sin entrar en la riqueza de estas palabras. ¿Este es el sentido que tienen estos textos leídos en nuestras celebraciones? ¿Cuál es la función del lenguaje apocalíptico en la vida de la Iglesia? A continuación veremos, cómo las lecturas que se escuchan en el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario pretenden despertar las conciencias del letargo, las almas de la pereza y los corazones de la impasividad.
El evangelio de este domingo (Mc 13,24-32), además de unas palabras, propone una parábola. De esta manera, ya sea directamente, ya sea con ejemplos, Jesús quiere asegurarse de que su mensaje es comprendido. No es tarea fácil, mucho menos cuando se habla de los momentos finales, o mejor dicho, de los penúltimos. Ciertamente, el objetivo del Maestro no es enseñar cosas sobre el mañana, sino cambiar la visión sobre el presente. De esta manera, tanto el evangelio de Marcos como la primera lectura (Dn 12,1-3) proponen una visión del momento actual ‒para los discípulos, para la Iglesia‒ a la luz de la meta definitiva.
La higuera se convierte no solo en un ejemplo, sino en un símbolo. El reverdecer del tronco y la salida de las hojas permiten reconocer la cercanía del verano y de la cosecha. Del mismo modo, los oyentes deben estar atentos y reconocer en los signos el final que se acerca. Cuando se está pendiente a los detalles, se pueden conocer muchos elementos que cambian nuestra percepción de la realidad. Así, el evangelista san Lucas distingue en su evangelio tres árboles de la misma familia: higuera, morera y sicómoro, situando a cada uno en un contexto diferente y aportando un significado diferente. O bien, el conocimiento popular ha llevado a distinguir entre el higo y la breva, precisamente frutos de la misma higuera.
A pesar de todas las tempestades, que no faltan en ninguna época, la higuera produce sabia y echa hojas porque percibe la cercanía del verano. No es necesario que conozca los detalles del periodo estival, sino que su misión debe cumplirse. ¿No debe suceder lo mismo con los cristianos? A veces, parece más importante anticipar el mañana y adelantarse a lo que ocurrirá que encontrarse preparado, ser fiel a la propia vocación y reconocer las pequeñas señales de esperanza.
En todas estas circunstancias surge la pregunta que acompaña al ser humano ¿Cuál es mi esperanza? ¿En qué espero, en quién creo y cómo confío? Estos interrogantes parecen mirar al futuro, pero realmente se proyecta en el hoy, no se trata de vivir lo extraordinario, sino de profundizar en lo cotidiano. En otras palabras, las palabras apocalípticas no alejan al hombre de su responsabilidad, sino que hacen patente la llamada de Dios a colaborar en el proyecto de vida nueva. En definitiva, Dios no quiere vencer sobre la humanidad, sino quiere vencer el mal junto al hombre.
Isaac Moreno Sanz,
Dr. en Teología Bíblica