Reflexiones sobre la Cuaresma

Publicado:
24 marzo, 2025
En la España religiosa no hay una época más activa que la Cuaresma. Asumimos la llegada de la Pascua como uno de los hechos más determinantes de la vida cristiana: cuarenta días de preparación espiritual ante la Resurrección.

Nuestras ciudades y pueblos son un movimiento incesante de inquietudes muy arraigadas que también implican a las generaciones más jóvenes. 

La faceta artística devocional de la Cuaresma con su maravillosa y abundante imaginería representa mucho en el pueblo español: las hermandades que entrañan sus sagrados titulares despiertan una participación e interés masivos, lo que instiga a misas y cultos muy apreciados que alcanzan una elevada expresión durante la Cuaresma para culminarse en la Semana santa con sus estaciones de penitencia. La imaginería, su devoción y cultos integran un centro neurálgico que discurre en paralelo a la actividad eclesial. Es tan preponderante el compromiso cuaresmal dentro de las cofradías que la religiosidad de las parroquias y de los templos se ve enriquecida de un modo extraordinario. El esmero que las hermandades ponen en sus celebraciones eucarísticas, triduos, quinarios, Viae crucis y conciertos sacros incrementa visiblemente la sensibilidad no sólo por este momento del año; sino también por las diversas manifestaciones de piedad que influyen en el pueblo de Dios y la sociedad.

Precisamente, diversos sectores sociales no confesionales prestan total atención a la labor caritativa de las hermandades, que son muchas y meritorias. De ahí que a menudo surge un protagonismo individual y colectivo que no tiene que ver con una actitud religiosa de compromiso y recatamiento. Cuando uno desea dar lo mejor de sí y ofrecer lo más perfecto de su cosecha, inevitablemente  crea cierta ambición y rivalidad a su alrededor. Si comparamos un logro humano con otro, ya se empieza a establecer distinciones. El renombre social empaña algo que debe ser austero, es decir: fortificar nuestra fe y nuestros vínculos. Rehuyamos el sensacionalismo siendo partícipes en vez de espectadores. 

Reflexionando sobre la Cuaresma, centrémonos en la cruz, un gran misterio que el creyente también lleva a cuestas en su vida diaria, llena de adversidades y retos. Nuestra alma nos invita al recogimiento, que crece con el ayuno, la oración y la penitencia. En un instante de paz comprendemos que la vida no es una competición donde sólo unos pocos se alcen victoriosos. La Cuaresma es la gran oportunidad para reencontrarnos todos, hablar de corazón a corazón y sentirnos iglesia. 

Fdo: Marco Antonio MOLÍN RUIZ

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