Tras siete sesiones de formación en torno a la vocación laical, en la tarde de ayer lunes, 5 de mayo, nuestro obispo, Mons. Santiago Gómez Sierra, ponía el colofón a este curso monográfico organizado por la Delegación Diocesana para el Apostolado de los Laicos, con la colaboración del Instituto Teológico San Leandro, en conexión con el Congreso Nacional sobre la Vocación celebrado en Madrid el pasado mes de febrero.
D. Santiago quiso ofrecer un decálogo con el perfil del laicado que se desprende de las Orientaciones Pastorales Diocesanas 2022-2027 con el objetivo de presentar y comunicar la visión de lo que puede ser, o a dónde debe dirigirse, el futuro deseable del laicado de Huelva en lo que el propio Obispo llamó «Visión del laicado que soñamos» (ver el guión de la conferencia).

De este modo, Mons. Gómez Sierra realizó, en primer lugar, un análisis del contexto cultural y eclesial, en medio de una cultura laicista y materialista, en la que a los laicos nos ocupa un papel especialmente misionero, atravesado por la lógica de la cruz –»señal de los cristianos», quiso recordar– y arraigados en comunidades cristianas significativas. El Obispo también llamó a implicarse en la vivencia de la sinodalidad desde una verdadera corresponsabilidad y desde una profunda espiritualidad de comunión, caminando juntos laicos y pastores.
La labor misionera implica también una adecuada formación. En este sentido, el Obispo invitó a salir del analfabetismo teológico, preocuparse y ocuparse en la formación, con propuestas como la Acción Católica General en la parroquia que se ofrece como un valiosa herramienta para la formación de los seglares para la evangelización. Además, D. Santiago recordó la necesidad de comprometerse con la formación y cuidado de la familia cristiana que consideró como «una de las propuestas, hoy en día, más contraculturales, pero cuyo testimonio es mayor a los muchos argumentos que podamos tener». Laicos que se hagan presentes y activamente en todos los ámbitos de la vida pública, algo tan propio de su particular vocación.
Finalmente, el Obispo hizo una invitación a comprometerse en responder a la llamada común a la santidad desde la vocación particular del laico, «buscando a Jesús allí donde se le encuentra», y a no olvidar que el horizonte de todo cristiano es la vida eterna, porque «no vamos nosotros a consumar el proyecto de Dios, con lo que no podemos caer en un inmanentismo inmisericorde que no dé al hermano el espacio y el tiempo que necesita convirtiéndonos en demasiado exigentes con ellos y con nosotros mismos».