La Diócesis de Huelva se une a la Jornada Mundial por el Trabajo Decente con un llamamiento a la dignidad laboral y la justicia social

Publicado:
8 octubre, 2025
Con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, Mons. Santiago Gómez Sierra subrayó que el trabajo digno forma parte esencial de la fe cristiana y de la justicia social, invitando a la comunidad diocesana a orar, revisar sus prácticas laborales y comprometerse activamente en la defensa de los derechos de los trabajadores.

En el marco de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, Mons. Santiago Gómez Sierra, Obispo de Huelva, ofreció una reflexión plena de hondura teológica y compromiso social, en la que ha afirmado con claridad que “la justicia social es evangélica” y que el trabajo digno no es una concesión ni una utopía, sino una exigencia del Evangelio.

Durante su intervención, el Obispo subrayó que el trabajo humano participa del proyecto creador de Dios. Citando el relato del Génesis —“El Señor concluyó la obra que había hecho, y descansó” (Gn 2, 1-4)—, recordó que Dios mismo trabajó y descansó, para enseñarnos que el trabajo no puede entenderse sólo como producción, sino también como expresión de sentido, gozo y cuidado de lo creado.

Mons. Gómez se detuvo especialmente en el ejemplo de Jesús, “el hijo del carpintero de Nazaret”, que vivió una existencia sencilla, compartida con el trabajo manual cotidiano. Ese testimonio cristocéntrico, dijo el Obispo, nos invita a reconocer que todo trabajo honesto —intelectual, manual, profesional o doméstico— tiene dignidad. En el Reino de Dios no hay “trabajos de primera” y “trabajos de segunda”: toda labor realizada con justicia, honestidad y espíritu de servicio es valiosa y contribuye al bien común.

A continuación, el Obispo repasó varios principios de la Doctrina Social de la Iglesia —presente desde Rerum Novarum hasta nuestros días—, recordando que:

  • el trabajo está al servicio de la persona, no al revés;
  • todo trabajador tiene derecho a condiciones dignas, salario justo, descanso, seguridad social y participación;
  • no puede permitirse que el trabajo se convierta en forma de esclavitud o precariedad;
  • la dignidad del trabajador está intrínsecamente ligada a la dignidad de la persona.

Invocando al Papa Francisco y documentos como Laudato si’ y Fratelli tutti, el Obispo señaló que el trabajo dignifica a la persona, fortalece el tejido social y constituye una puerta abierta a la esperanza. Reiteró que la Iglesia no se alinea con una ideología política concreta, pero sí tiene mandato de estar del lado de quienes sufren injusticias laborales, exclusión o precariedad.

Finalmente, el Obispo hizo una invitación concreta a la comunidad diocesana, proponiendo tres acciones en esta Jornada:

  1. Orar por quienes carecen de trabajo digno.
  2. Revisar nuestras prácticas —como empleadores, empleados o ciudadanos— para promover la dignidad laboral.
  3. Apoyar iniciativas desde la parroquia, delegaciones o movimientos sociales que defiendan el trabajo decente.

Mons. Gómez concluyó pidiendo al Señor que sostenga los esfuerzos por un mundo donde nadie tenga que escoger entre dignidad y supervivencia, y donde toda persona pueda vivir del fruto de su trabajo con justicia, esperanza y alegría.


Homilía íntegra del Obispo de Huelva, Mons. Santiago Gómez Sierra

Hermanos y hermanas, amados por el Cristo:
Hoy celebramos la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, una ocasión para unirnos como comunidad cristiana en oración, reflexión y compromiso por un aspecto central de la dignidad humana: el trabajo.
“El Señor concluyó la obra que había hecho, y descansó” (Gn 2, 1-4)
El relato del Génesis nos presenta a Dios como trabajador: crea, ordena, da forma y sentido a todo cuanto existe. Y al finalizar su obra, descansa, no por cansancio, sino para enseñarnos que el trabajo humano debe estar orientado no solo a la producción, sino también a la plenitud, al gozo y al sentido, a la contemplación y agradecimiento por todo lo creado, que recibimos como don.
Este texto nos recuerda que el trabajo no es castigo, ni mera necesidad económica. Es vocación. Participar en la obra de Dios. Por eso, desde el principio, el trabajo humano tiene un carácter digno, creativo y colaborador con Dios.

Jesús, el hijo del carpintero de Nazaret
En el Evangelio, vemos que Jesús vuelve a su tierra y es rechazado por sus paisanos: “¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13, 55). Lo conocían por su trabajo humilde y cotidiano. Y precisamente esto es significativo: el Hijo de Dios no eligió nacer en un palacio, sino en una familia trabajadora. El mismo Jesús conoció el trabajo y el sudor diarios, las herramientas, los encargos, las manos curtidas por el oficio.
Esto es un fuerte mensaje: todo trabajo honesto tiene dignidad, sea intelectual, manual, doméstico o técnico. No hay “trabajos de primera” y “trabajos de segunda”. En el Reino de Dios, todo trabajo digno y justo, realizado con espíritu de servicio contribuye

a la edificación personal y a la construcción social del bien común.
La Doctrina Social de la Iglesia ha hablado con claridad sobre el trabajo desde Rerum Novarum hasta nuestros días, orientando nuestro compromiso con principios claros, tales como:
• El trabajo es para la persona, no la persona para el trabajo.
• Todo trabajador tiene derecho a condiciones dignas, salario justo, descanso, seguridad social y participación.
• El trabajo no puede convertirse en esclavitud, ni realizarse en condiciones de precariedad.
• La dignidad del trabajo está unida a la dignidad de la persona que lo realiza.
Como nos recuerda el Papa Francisco en Laudato si’ y Fratelli tutti, el trabajo no solo genera ingresos, sino que construye identidad, tejido social y esperanza. Donde hay trabajo digno, hay justicia, solidaridad y paz.
Como Iglesia, respetamos y valoramos todos los esfuerzos que desde distintos sectores —políticos, sindicales, sociales— buscan defender los derechos de los trabajadores. No siempre compartimos todas las estrategias o propuestas, ante las cuales los propios cristianos podemos tener posiciones diferentes, pero sí compartimos la convicción de que la justicia social es un mandato evangélico.
En este sentido, el compromiso cristiano no se alinea automáticamente con una ideología determinada, pero sí nos exige con la Doctrina Social de la Iglesia estar del lado de quienes sufren condiciones injustas, los trabajadores excluidos, explotados, o sin acceso a empleo.

¿Qué podemos hacer?
Hoy, en esta jornada, os invito a tres cosas:

  1. Orar por quienes no tienen trabajo o lo tienen en condiciones indignas.
  2. Revisar nuestras prácticas como empleadores, empleados y ciudadanos.
  3. Apoyar iniciativas que defiendan y promuevan el trabajo decente, desde nuestra comunidad, parroquia y diócesis.
    Jesús fue conocido como el hijo del carpintero. Dios trabajó y descansó. María se afanó en el hogar de Nazaret, cocinó, cuidó. San José trabajó en el taller. Los santos han trabajado en los campos, hospitales, escuelas, fábricas, talleres y oficinas. El trabajo santifica cuando es justo y honesto, allí donde se realice.
    Pidamos al Señor que fortalezca nuestros esfuerzos por un mundo donde nadie tenga que elegir entre su dignidad y su subsistencia. Que toda persona pueda vivir del fruto de su trabajo con dignidad, alegría, justicia y esperanza.

Que así sea

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