Queridos diocesanos:
Con motivo de la Jornada de la Iglesia Diocesana, os invito a reflexionar sobre el hermoso lema de este año: «Tú también puedes ser santo». Estas palabras, sencillas y directas, encierran una verdad fundamental de nuestra fe: la llamada a la santidad es universal, alcanza a todos y se vive en lo cotidiano, ahí donde Dios nos ha sembrado.
La santidad no consiste en hechos extraordinarios ni en experiencias reservadas a unos pocos. Es, ante todo, dejar que Dios transforme nuestro corazón, vivir con fidelidad el Evangelio en cada circunstancia y responder con amor en las pequeñas cosas de cada día. El Señor nos llama a ser santos desde nuestra propia vocación: en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio o en la vida laica} vivida con coherencia y entrega. Todos tenemos un lugar único e irrepetible en la Iglesia y en el corazón de Dios.
A lo largo de la historia, la Iglesia nos ha ofrecido el testimonio luminoso de muchos hombres y mujeres que han vivido su fe con pasión, sencillez y entrega. Algunos han sido canonizados; muchos otros permanecen en el anonimato. Pero todos nos enseñan que la santidad es posible, que es fuente de alegría, y que se hace fecunda cuando se vive en comunión con Dios y con los hermanos. Su ejemplo nos estimula y nos sostiene.
Esta Jornada es también una oportunidad para mirar nuestra diócesis con esperanza. En medio de las luces y sombras de nuestro tiempo, la Iglesia que peregrina en Huelva sigue anunciando el Evangelio, sirviendo a los más necesitados, acompañando a las familias, educando en la fe y ofreciendo consuelo y presencia en tantos ámbitos.
Las páginas que acompañan este mensaje recogen signos de esa vida, de esa entrega silenciosa y constante, que hacen visible el amor de Dios en nuestra tierra. Queridos diocesanos, os animo a vivir esta llamada con alegría. Tú también puedes ser santo, si dejas que Cristo viva en ti, si haces de tu vida una respuesta generosa al amor recibido. Caminemos juntos como Iglesia, creciendo en comunión, en fe y en caridad, sabiendo que cada uno de nosotros es parte viva del Cuerpo de Cristo.
Que la Santísima Virgen, Madre y modelo de santidad, interceda por nosotros y nos acompañe en este camino.
Con todo afecto en el Señor os bendigo.







