El diácono permanente Ángel María Pascual Lapuerta, tras penosa enfermedad, falleció el pasado viernes, en su propio domicilio, a la edad de 80 años. La misa funeral fue a las diez de la mañana del domingo —solemnidad de la Santísima Trinidad— presidida por nuestro obispo, don José Vilaplana Blasco, en el mismo templo catedralicio donde ejerció su ministerio diaconal como adscrito a la parroquia Nuestra Señora de la Merced.
El próximo 18 de junio habría celebrado el decimoquinto aniversario de su ordenación, precisamente a los pies del altar donde tantas meses sirvió y proclamó el Santo Evangelio, de manos del también navarro D. Rosendo Álvarez Gascón, entonces obispo emérito de Almería y muy querido de la diócesis onubense donde llegó a ser vicario general .
Nació el 28 de febrero de 1940 en Caparroso, un pequeño pueblo muy próximo a Pamplona en la Comunidad Foral de Navarra.
Muy joven se trasladó a Madrid para estudiar en la Escuela de Caminos, primero, y en la Escuela Superior de Obras Públicas, donde se graduó como Ingeniero Industrial de Caminos. Allí conoció a Angelines, su esposa “para toda la vida”, con la que tuvo cinco hijos que les dieron siete nietos.
Recién terminado los estudios comienza un breve periplo por distintas ciudades y empresas hasta recalar en Huelva, incorporándose a la Empresa Nacional de Celulosas.
Muy querido entre sus hermanos y compañeros, contaba con el reconocimiento y admiración de todos por su permanente tono conciliador, tanto en su larga vida profesional como, finalmente, en la actividad pastoral en su Parroquia de la Merced.
Amante de las ciencias y de las letras, melómano, gran intelectual, pero hombre muy sencillo y cercano, pasó su vida “haciendo camino”. Siempre lo veíamos andando, siempre caminando, hasta que ha dejado de hacerlo porque, después de haber combatido su combate, después de haber mantenido la fe, ha llegado a la meta donde recibirá la corona que el Señor, el justo Juez, le entregará (Cfr. 2 Ti 4, 7 – 8)
José Antonio García,
diácono permanente