El próximo Domingo día 7 celebramos el Día de la Iglesia Diocesana con el lema: Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo. Esta Jornada, situada en el contexto de la fase sinodal diocesana de la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, es una ocasión para sentir y obrar en el espíritu que quiere promover este acontecimiento eclesial: Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión.
La Iglesia siempre nos remite a la familia, a la familia de los hijos de Dios, en la que vamos edificando, bajo la acción del Espíritu, el pueblo santo que constituimos a partir del bautismo. Nuestra pertenencia a la Iglesia universal se realiza en la Iglesia particular, en nuestro caso la Diócesis de Huelva. Como nos recuerda el Concilio Vaticano II: «la diócesis es una parte del Pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica» (Christus Dominus, 11).
Para vivir la unidad entre todos los fieles que peregrinamos en nuestra Iglesia de Huelva debemos coser sin desfallecer las tres redes en las que está el Pueblo de Dios: la red que constituyen las parroquias, vertebrando todo el territorio de nuestra iglesia particular; la red de la vida consagrada, con sus comunidades de monjas de clausura, comunidades de religiosos y religiosas, y otras formas de vida consagrada; y la red de los movimientos, asociaciones de fieles, nuevas comunidades e instituciones eclesiales. Todos debemos comprendernos en la fraternidad recibida y en el trabajo misionero hecho en comunión que Huelva necesita. La Jornada de la Iglesia Diocesana es una ocasión para fijarnos, particularmente, en las parroquias.
Una familia que anuncia
Nuestra pertenencia a la Iglesia se abre en la fuente bautismal, situada en la parroquia. Allí se realiza nuestro primer contacto con la familia de Dios, se nos acompaña en la iniciación cristiana, recibimos la Palabra de Vida y se nos envía a evangelizar, a ser misioneros. Es el primer núcleo familiar dentro de la familia diocesana, donde nos han llevado, en la mayoría de las ocasiones, nuestras propias familias humanas.
En la tarea misionera de la Iglesia, la parroquia tiene un papel imprescindible. Cada una de ellas lleva a cabo su misión de anunciar el Evangelio a través de múltiples actividades: catequesis de niños y de adultos, catequesis presacramentales, formación de sus miembros. Para ello las parroquias han de contar con la implicación de los fieles, que sientan suya a la parroquia donde viven su ser eclesial.
Una familia que sirve
También en la parroquia logramos tener el primer contacto con la Iglesia que sirve como Cristo, que ejerce su función de diakonía. Los pobres siempre tuvieron en las parroquias un referente de familia, donde son estimados. Muchas veces con medios y recursos muy escasos, pero con mucho amor. También en este aspecto hay que subrayar la colaboración de los fieles y de los pastores, que sostienen con su generosidad las Cáritas parroquiales junto a las iniciativas de caridad protagonizadas por Hermandades y otras instituciones eclesiales vinculadas a la parroquia.
La Iglesia diocesana impulsa esta labor de las parroquias y suple lo que por ellas mismas no pueden afrontar. Es más, anima la presencia de Cristo en tantas periferias de nuestro mundo, nos permite besar las llagas de Cristo en los pobres.
Una familia que alaba
La parroquia nos introduce en la alabanza divina, especialmente con la Eucaristía dominical. Es una familia que alaba a su Padre, porque el Señor inspira y hace suya «nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación» (Prefacio Común IV). Esa alabanza adquiere especial plenitud cuando nos unimos a la Iglesia local presidida por su obispo (ese sentido tiene la mención al obispo diocesano en el memento de la Misa). La familia parroquial inserta en la familia diocesana nos une con Cristo presente y actuante en su Iglesia a través de la liturgia.
Esta familia que es la Iglesia particular tiene una serie de necesidades, ocasionadas en el ejercicio del desarrollo de la misión de anunciar, servir y alabar, que requieren la contribución y colaboración de todos los fieles. Es inexcusable que ofrezcamos nuestra disponibilidad, poniendo tiempo y cualidades personales al servicio de la Iglesia. Es precisa la cooperación espiritual, que nos haga sentir como propias las necesidades de nuestra comunidad diocesana, y rezar por ellas. También es ineludible la colaboración económica, que forma parte de una exigencia moral recogida en los mandamientos de la madre Iglesia, hoy tan olvidados: ayudar a la Iglesia en sus necesidades. Así estaremos haciendo verdad lo que dice el lema de este año: Somos lo que tú nos ayudas a ser, una familia que anuncia, sirve y alaba en nombre del Señor y así contribuye al mayor bien de todos los hombres. Como el niño que presentó a Jesús los panes y los peces, ofrezcamos nuestras capacidades personales y ayuda económica en la medida que nos sea posible.
Que la Virgen Inmaculada y San Leandro intercedan por nosotros, para que el Señor nos conceda el don de la generosidad, que yo os agradezco de corazón, para sostener la labor de nuestra familia diocesana.
Con mi afecto y bendición.
+ Santiago Gómez Sierra,
Obispo de Huelva.
Huelva, 4 de noviembre de 2021,
Memoria litúrgica de San Carlos Borromeo.