La celebración del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, a pesar de la secularización y del consumismo, sigue arraigada en la piedad de la Iglesia y en la religiosidad popular. Esta fiesta está llena de una impecable teología y de una preciosa espiritualidad, contenidas y celebradas de forma especial en la liturgia propia de Navidad.
La liturgia del día del Nacimiento del Señor es tan rica, que no se limita al día 25 de diciembre, sino que se prolonga durante la octava de Navidad y más allá, durante todo este tiempo litúrgico.
El prefacio primero de la Misa para este tiempo, nos ayuda a entender la esencia de la Navidad, aquello que verdaderamente celebramos en estos días. Dentro del texto del prefacio, pongamos nuestra atención en el fragmento que contiene las claves de lo que supone el Misterio del Nacimiento del Hijo de Dios en Belén, y que dice así:
Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne,
la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor,
para que, conociendo a Dios visiblemente
lleguemos al amor de lo invisible.
La liturgia de la Palabra de las tres misas tradicionales del día 25—de medianoche, de la aurora y del día— es de una gran profundidad. Como representantes del Antiguo Testamento aparecen Isaías y el salmista, que desde la lejanía vieron, anunciaron y festejaron lo que había de llegar. El apóstol Pablo y el autor de Hebreos son los teólogos del misterio revelado en Belén. El evangelista Lucas nos narra el hecho histórico, con fechas, lugares y nombres, como demostración de la realidad del nacimiento del Salvador. El evangelista Juan en su Prólogo nos hace ver el camino que ha recorrido el Verbo que estaba junto al Padre desde la eternidad hasta hacerse carne. En la liturgia de este tiempo de Navidad celebramos que profecía y anhelo son ya una realidad.
Gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la gloria de Dios brilla ante nuestros ojos. Los pastores pudieron contemplar esa gloria guiados por los ángeles, que exclamaban ¡Gloria a Dios en el Cielo! Durante el tiempo de Navidad, se recita o canta este himno cuyo texto comienza con las palabras que los ángeles utilizaron para anunciar el nacimiento de Jesús a los pastores (Lc 2, 14). El día de Navidad las campanas de los templos pueden acompañar con su repique el canto jubiloso del himno del Gloria.
La gloria de Dios se manifiesta a los pastores el día de Navidad y a los Magos el día de la Epifanía. Dios revela la salvación a su pueblo y a todas las naciones. Nosotros ante la grandeza del misterio de la Palabra hecha carne debemos responder con nuestra adoración. El día de Navidad cuando en el canto o la recitación del Credo se hace alusión al misterio de la Encarnación, nos arrodillamos reconociendo la grandeza de Dios que se manifiesta en la sencillez de un Niño envuelto en pañales.
La revelación de este Misterio, oculto durante siglos, se lleva a cabo en un momento concreto de la historia. La Calenda o Anuncio de Navidad, es un texto que se encuentra en el Martirologio Romano. Este anuncio, que se cantaba en los monasterios y en la liturgia papal, para significar el último instante del Adviento, se ha incorporado a la Misa del Gallo. Este texto, en forma de pregón, es un compendio de la historia de la humanidad que espera la salvación realizada en Cristo. Se contemplan la creación, la alianza y la promesa de salvación que, tras el diluvio, se concreta en la llamada al patriarca Abraham y el éxodo del Pueblo acaudillado por Moisés. El texto litúrgico incorpora la vocación de todos los pueblos con una interesante referencia al calendario de los griegos y romanos, culturas en la que se acogió históricamente el acontecimiento de la Encarnación.
La liturgia de este tiempo de Navidad rezuma alegría y gozo. El color blanco de los ornamentos expresa este espíritu. Hemos conocido a Dios visiblemente, y ¿esto con qué fin? La liturgia nos lo recuerda: Para llegar al amor de los invisible. Las oraciones de los distintos formularios de misas de este tiempo inciden constantemente en esta idea.
La liturgia es lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Hoy podemos buscar la esencia de la Navidad en lo superfluo, olvidando lo importante. La celebración liturgia comunitaria nos introduce en el verdadero espíritu de la Navidad.
Francisco J. Feria Reviriego,
delegado diocesano para la Liturgia