Foto: Jesús en la Sinagoga, grabado de Gustavo Doré. Biblia (1883)
Jesús define las palabras del Profeta Isaías, su proyecto de liberar a los pobres, los cautivos, los ciegos, y los oprimidos de las cargas que suponían las normas impuestas por sus lideres religiosos y del dominio del Imperio Romano. De este modo, Jesús se identifica como Profeta y declara: Hoy se ha cumplido este Pasaje de la Sagrada Escritura que acababais de oír.
A partir de Jesús la liberación de los pobres es un programa para el cristiano que lo quiere seguir con la vida. Jesús ha venido y viene a liberarnos de lo que nos impide vivir dignamente como hijos e hijas de Dios. ¿De qué tipo de pobreza necesitamos liberarnos hoy?
Por un lado, vivimos una realidad plagada de signos y de hechos que nos hablan de esclavitud, de mediocridad, de indiferencia. Todas estas son al final cadenas llenas de eslabones de historias de tantas personas que sin saberlo buscan en el fondo esa liberación.
La llamada de atención de Jesús a la gente para cambiar la mentalidad hace que el pueblo se le eche encima. Cambiar no es fácil, pero es el camino que se nos pide para seguirlo de cerca y para dejarnos acompañar.
Redescubrir el valor de la Profecía en medio de nuestro ir y venir, de nuestro mundo exclusivista desde luego es un reto. Pero un reto que al fin de cuentas debemos asumir con todas las consecuencias. La Profecía libera, sana, une, da vida, pone luz, exige. La Profecía es un don que hay que pedir con insistencia al Espíritu, para que Él renueve nuestra vida. Y con las Profecía llegará también las críticas, los arrinconamientos, los desprecios…, sin embargo, es este un camino de purificación necesario que hoy, tal vez mas que nunca, Dios nos pide. ¿Qué tengo yo que aligerar de mi equipaje? ¿Cómo podré junto a ti ayudar a quién también lo necesite? Nadie es profeta en su tierra, pero todos estamos llamados a ser profetas.
CONFER-Huelva