“En adelante”
Tenemos un Dios que “es compasivo y misericordioso…no nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas”. (Sal. 102)
Aquella mujer no lo sabía. Estaba acostumbrada al “ojo por ojo”, al rechazo, al juicio en nombre de una ley que otros se empeñaban en hacer cumplir. Ha sido sorprendida en adulterio y ahora la ley manda que debe morir apedreada. Los “justos” van a cumplir lo mandado, lo de siempre, sin dar a la mujer una posibilidad de cambio. Porque la crítica, la acusación, el castigo, cierran el camino a toda novedad. Cuando en nuestro corazón de “justos” no hay amor, sólo queremos que se haga justicia. La persona, el hermano, no importa.
Ella está en el centro de todos, humillada y llena de miedo. Alrededor, apretando la piedra, los acusadores. El Maestro escribe en el suelo, mientras va escuchando su corazón.
Y apareció la Misericordia: “El que esté limpio de pecado que tire la primera piedra”.
La misericordia ha caído sobre todos y hace su milagro. Es el corazón del Padre que ama, que envía la lluvia igual para buenos que para malos. El Padre, que está empeñado en salvar “y no guarda rencor perpetuo”, abre el camino también a los acusadores. Saberse pecador es la gracia que reciben, y las piedras van cayendo sin ruido de sus manos.
La misericordia invade el corazón del Maestro. Todo Él es compasivo y misericordioso. Mira a la mujer, la acoge: “¿Ninguno te ha condenado? … Yo tampoco te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. El misericordioso no tiene en cuenta el pasado. Con Dios, empezamos siempre. Él nos empuja a la Vida, al cambio, a lo nuevo: anda, en adelante…
¿Dónde está nuestro corazón compasivo? ¿Nos gusta decir: “quien lo hace, lo paga”? ¿Nos acordamos de rezar “por nuestros enemigos”? ¿Hemos experimentado el amor y el perdón de Dios?
Necesito ponerme junto a la mujer. Veo en ella a tantas mujeres maltratadas, humilladas por la sociedad, por tantos “egos”, por tantas leyes y normas… Y miro también al Maestro Jesús “que no despreció cuando andaba por el mundo a las mujeres, antes las favorecía siempre con mucha piedad” (así decía Teresa de Jesús), y le pido que haga aparecer su misericordia sobre sus “acusadores”, que reconozcan de una vez la dignidad de la mujer y aprecien esos valores con los que ella se entrega. Y le pido que acoja a la Mujer de nuestro tiempo, que la restablezca con su palabra creadora: “anda, y en adelante…”
Mercedes Gómez, STJ.
CONFER Huelva.