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Sobriedad litúrgica en la celebración de la Pasión del Señor

Publicado:
15 abril, 2022
El carácter salvífico del sacrificio de Cristo, síntesis del Misterio Pascual, es el centro de las lecturas que han sido leídas, donde destaca la proclamación de la Pasión y Muerte del Señor según san Juan.

En la tarde de este Viernes Santo, la Iglesia Catedral ha acogido la conmemoración de la Pasión y muerte del Señor, una celebración solemne y de sobriedad litúrgica que ha sido presidida por nuestro obispo, Santiago Gómez Sierra, y concelebrada por el vicario general, Emilio Rodríguez, el vicario para la administración de los bienes diocesanos y relaciones institucioneales, Jaime J. Cano, junto al canónigo Longinos Abengózar, el Rector y Formador del Seminario, y el Vicario Parroquial y el Diácono Colaborador de la Merced, auxiliados en el altar por los seminaristas y en el canto por la Coral de la Santa Iglesia Catedral.

El carácter salvífico del sacrificio de Cristo, síntesis del Misterio Pascual, es el centro de las lecturas que han sido leídas, donde destaca la proclamación de la Pasión y Muerte del Señor según san Juan. En su homilía, D. Santiago ha querido fijarse en la traición de Judas Iscariote, que desata de forma inmediata el drama la pasión de Jesús y de la que ha querido sacar una enseñanza central: “el dinero es el competidor de Dios en este mundo, pues cambia el objeto a las virtudes teologales. La fe y la esperanza ya no se ponen en Dios, sino en el dinero”.

De este modo, aquel que “fue elegido desde la primera hora para ser uno de los doce, Judas Iscariote, llegó a ser traidor (Lc 6, 16); no lo era, ¿pero por qué llegó a serlo? Los Evangelios hablan de un motivo: el dinero”. Así se ve en los evangelios como se le había confiado la bolsa común y como “con ocasión de la unción de Betania, el evangelista Juan hace notar cómo este se queja del derroche de dinero que estaba haciendo esta mujer en perfume cuando podía darse a los pobres, sin embargo, el evangelista muestra su verdadera intención: porque era ladrón, y como tenía la bolsa cogía lo que se echaba (Cfr. Jn 12, 6). Así, su propuesta a los jefes de los sacerdotes es explícita: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata (Mt 26, 15)”.

“La traición de Judas –ha continuado explicando– continúa en la historia y el traicionado es siempre Jesús. Detrás de muchos males de nuestra sociedad está el dinero; porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, y algunos, arrastrados por él, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos. (Cfr. 1 Tm 6, 10). ¿Qué hay detrás del comercio de la droga que destruye tantas vidas humanas, de la explotación de la prostitución y la pornografía, de la corrupción política en la administración del dinero público, de la explotación laboral de los inmigrantes? Tampoco la Iglesia está exenta de esta corrupción. Y como todos los falsos dioses, el dinero es mentiroso: promete la seguridad y, sin embargo, la quita; promete libertad y, en cambio, la destruye”.

Aún así, D. Santiago ha recordado que “el mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, recordemos que también Pedro lo negó; su gran pecado fue no volverse a su misericordia”. De este modo, el Obispo ha recordado que en el sacramento de la reconciliación podemos encontrar “una experiencia segura de la misericordia de Cristo” y ha exhortado a aprovechar estos días para acercarse a este sacramento para “experimentar sobre nosotros lo que la Iglesia dice del pecado de Adán en el Pregón pascual: ¡Oh, feliz culpa, que nos mereció tal Redentor!, culpas que se convierten en ocasión de experimentar la misericordia y la ternura del Padre”.

Finalmente, D. Santiago ha invitado a orar ante la Cruz de Jesús con la misma oración que el papa Francisco recoge en su exhortación Evangelii Gaudium (n.3): Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores.

Concluida la homilía, se ha llevado a cabo la oración universal que en el día de hoy ha tenido también un formato muy solemne y en la que se ha pedido por la Iglesia y la unidad de sus miembros, por la conversión y evangelización de los no cristianos, los gobernantes de las naciones y los atribulados, subrayando de esta manera que el fruto del sacrificio del Señor es universal. 

A continuación, se ha adorado la Cruz como signo del triunfo de la donación y del amor supremo de Jesús. Para ello, un grupo de hermanos de la conocida como Hermandad de los Judíos, cuya sede canónica es la parroquia de Ntra. Sra. de La Merced, han portado en hombros la sagrada imagen del Cristo de Jerusalén y Buen Viaje al canto del diánoco: “Mirad el Árbol de la Cruz donde estuvo clavado la Salvación del mundo, ¡venid a adorarlo!” Puesto a los pies del presbiterio, los fieles se han ido acercando con un gesto de adoración y depositando su donativo en la cesta a sus pies cuya colecta va dirigida, en esta tarde de Viernes Santo, para la Custodia de los Santos Lugares y los cristianos de Tierra Santa.

El altar, totalmente desnudo en el día de hoy, se ha vestido sencillamente con el mantel blanco para la comunión, trasladado el Santísimo desde el majestuoso monumento en el que se había hecho la reserva a la conclusión del santo oficio del Jueves Santo. 

La liturgia del Viernes Santo ha concluído con una bellísima bendición sobre el pueblo en la que se ha resaltado la participación del pueblo en la celebración de la muerte del Señor y la espera de su santa Resurrección, ya que ambos acontecimientos forman de manera inseparable el Misterio Pascual. 

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